sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo XIII

 “Guerra en los bajos mundos”, “guerra en los bajos mundos”, “guerra en la mafia”, repetían todos en cada recoveco del Break O´Dawn.
 Desolada se había quedado la pobre Odette, con Scarlet y Clarissa desaparecidas. “No seas ingenua, Odette”  le decía Laureano “Están muertas como Raphael y Phillis”.
 “Será mejor que te vayas, Odette” repetía Stephan desde los rincones, como si tuviera miedo de que alguien lo viera hablando con ella.
 Ya no había más shows, solo la orquesta quedaba hasta que una nueva artista cayera en la trampa. Pero ninguna sería como Scarlet, quien se mantuvo íntegra hasta el final, hasta que…
 Atrapada en su habitación se quedaría, no tenía a dónde ir ni con quien. Odette no tenía nada.

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 En el transcurso de esa semana ocurrieron muchas cosas. Frank desapareció y no se supo más de él, todos los negocios de la familia pasaron a manos de los Gilardino- incluyendo el Flamingo- varios agentes, también asociados a los Santino, fueron encontrados muertos;  y en cuanto a nosotros, nosotros pusimos en manos de la policía lo que terminaría con Frank y pondría a los Gilardino en medio de una cacería de brujas. Su reinado en el Flamingo no duraría mucho ya que se tenía todo para clausurar el local.
 Fue la noche del Martes, un día antes de yo recibir mi arma Tokarev y de ser así oficialmente bautizada como gangster, miembro de la familia, que nos reunimos por última vez con el detective. En medio de la oscuridad del desolado cementerio de Queen of Heaven.
 La figura alta y solitaria del detective parecía un aparecido que se lamentaba alrededor de su propia tumba. Hubiéramos creído, de hecho, que en verdad era un aparecido, de no estar al tanto que McCluskey nos esperaría justo allí esa noche, junto a la tumba de Ralph Pettersen.
 -¿Y ahora qué planes se traen ustedes entre manos?- habló la tenebrosa figura que pertenecía a McCluskey- Trataron de asesinar al alto mando ayer, en su misma guarida-
 -Hablas como si nosotros hubiéramos sido parte de eso- replicó Simon –Te lo advertimos, ¿No?, te dijimos de que algo pasaria-
 -Sí, claro, lo recuerdo. Pero yo ya no sé qué creer- se quejó McCluskey paseándose alrededor de la tumba del buen Ralph.
 -Lo sé, estás atrapado. Pero confía en nosotros, ya te lo dijimos- que desagradable era saber muy bien como se sentía él. Las decisiones nunca parecían ser definitivas, porque nunca había ninguna seguridad plena.
 -¿Sabes qué es esto?- Simon le mostró un maletín que llevaba en la mano, McCluskey miró de reojo el sospechoso objeto –Son cintas, grabaciones telefónicas. Te dije que tenía evidencias. El Flamingo debe ser cerrado, es un centro de tráfico de mujeres, de armas y lavado de dinero-
 -No solo eso, los Santino tienen también en su curriculum una larga lista de asesinatos- continué yo echando miradas furtivas hacia las tumbas del sur, donde sabía que estaba Michael vigilando todo- Así que dinos, Ian, si eres o no eres un perro faldero de la mafia-
 El detective asintió y así el noble Ralph Pettersen fue único testigo de un pacto oculto y nocturno.

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 Días después, en esa misma semana, me acerqué disfrazada y clandestinamente a la zona del norte, territorio de la familia Gilardino; zona roja, lo sé, pero ahora tenía una misión y era cazar a mi cazador. Rocco, asesino que llevaba a cabo los más macabros mandatos de su padre. Ni sospechaba  que era yo quien ahora lo estaba cazando a él y estaba más cerca de lo que él se imaginaba.
 Siempre me subestimaron, mal por ellos.
 La calle estaba concurrida y con una punzada de dolor le eché un vistazo al “Le Bleu Route”, donde hacía unos días Michael y yo tuvimos un encuentro penoso.
 Pero ahora él y yo estábamos muy cerca, todas las noches nos reuníamos en casa de Simon. Aunque no estábamos nunca solos, más amigos y aliados se unían a la pandilla: Tony Castañeda, Bob Harley, Roberto “El Gatillo” Capelli quien estaba en planes de casarse con Antonietta Niggi, Rupert Altieri y su novia Mary. Sí, todo parecía conllevar a una familia, nuestra muy particular familia. Una nueva familia para Michael y para mí.
 Durante aquellas reuniones, Michael se sentaba junto al bar, todos enfrascados en las discusiones y no se daban cuenta de lo que ocurría entre nosotros dos, allí en las penumbras de la sala: miradas y sonrisas secretas.
 Yo me ponía mis mejores vestidos y él sus mejores trajes, había comprado nuevos incluso, y nadie afuera de nuestro mundo sospechaba que aquellas elegantes reuniones entre amigos, en el apartamento de Simon, conllevaban a un crimen, o a varios.
 Y una de esas noches después en que, desviando una conversación con Simon- quien constantemente preguntaba: “¿Estás prestando atención, Mike?” y él le respondía que sí, aunque en realidad no era así- Michael me aborda junto al bar de la sala, y con voz tímida me pregunta “Scarlet ¿Quieres casarte conmigo?”. Perpleja, yo solo le respondía con una sonrisa y regresaba a mi puesto a seguir hablando los asuntos de la pandilla, mientras, él no dejaba de mirarme y guiñarme un ojo con complicidad.
 El Break O´Dawn se veía triste ahora y yo descubrí lo mucho que extrañaba mi vida de artista, lloré por Clarissa, Raphael, Phillis y Raúl, extrañaba a mis músicos y las noches en el casino. Pero ahora tenía a Michael y una vida nueva por delante, fuera de todo aquello que en realidad solo fue una jaula de oro.
 Había un futuro para él y para mí.
 Al fin no hice más que dar la media vuelta para marcharme de la calle del Break O´Dawn y dejar todas esas memorias atrás, pero quiso el destino que me encontrara con alguien conocido, así que de inmediato me escondí tras un letrero para que no me descubrieran: Era Odette, mi otra bailarina, sí, era ella, allá parada en la estación del tranvía sola ¿Se acordaría de mí?, ¿Se habría creído todas las mentiras de Antonio? ¡Deseaba tanto hablar con ella! ¿Qué sería de Laureano, de Stephan? ¿Estarían todos… a salvo o los tendrían a  ellos en la mira también? Se veía infeliz, desolada, triste…
 Debía hablar con Odette, no sabía por qué, pero debía. Pero en ese momento lo vi a él, a Rocco, se apareció allí como salido de alguna pesadilla y se acercó a Odette en la calle. Los vi hablar, lo vi amenazarla; seguramente la bombardeaba de preguntas sobre mí, y tal vez sobre Michael.
 Asustada corrí de regreso a casa de Simon sin detenerme.
 -Tengo miedo por Odette, Simon- expresé todas mis inquietudes apenas llegué, la tarde, sin embargo, corría sin novedades aquel Viernes.
 -¿Qué averiguaste de Rocco? ¿Visita todos los días el hotel? ¿Llega en carro, taxi, por dónde?-
 -Ehhh, llega en su carro, Simon, como siempre…creo. Pero le echará mano a Odette si no hacemos algo- me molestó ver poco interés por parte de Simon hacia Odette.
 -Nuestro objetivo es Rocco, sin él tu amiga estará a salvo y tú también- dijo él más pendiente del teléfono que de mí. Él no conocía  Odette y sentía que no le importaba, me retiré a mi cuarto algo frustrada para cambiarme.
 Simon por su lado habló por teléfono toda la tarde, fingiendo estar en contacto con Frank, todavía del lado de Frank.
 Yo me sentía mal, veía que algo podía pasarle a Odette así como le pasó a Clarissa, y eso no lo quería sobre mí otra vez, hablaría con Michael. Quien por cierto solía esconderse de día en un lugar que nadie más conocía, un apartamento que era su refugio donde vivía desde que llegó a Chicago. Seguramente era de esos típicos apartamentos de los bajos fondos que tanto se usaban en el mundo de la mafia, donde nadie sabía quien era nadie, nadie sabía donde estaba nadie - la gente normal huía de aquellos lugars. Salía luego con la negrura de la noche para venir aquí, y luego se marchaba otra vez durante la madrugada.
 Cada día le era más difícil marcharse, no podía evitar tener celos de Simon y no le gustaba el hecho de que yo viviera allí con él, aunque confiaba plenamente en mi sano juicio y precaución y se sentía muy tranquilo porque estaba muy protegida allí.
 Eran los avatares del amor, Michael apenas estaba conociéndolos y estaba aprendiendo a vivir lidiando con todas esas emociones.
 Aquel Viernes Michael llegó puntualmente a las ocho, temprano así que todos se daban cuenta de su ímpetu por reunirse con nosotros. Y esa noche nos acompañaban Tony Castañeda y Roberto Capelli, que eran de hecho los guardaespaldas de Simon.
 El apartamento parecía ya una casa de vecindad, donde la vida de todos se estaba mezclando. Una gran familia, así estaba yo sintiendo todo eso, y no se si me estaba volviendo loca al llamar a así a una pandilla de mafiosos, todos ellos, gangsters de la más pura estirpe.
 Pero no estaba loca, me casaría con Michael, y, aunque nunca lo quise así, aquel había sido siempre mi mundo. El mío y el de él.
 -Solo díganme dónde lo encuentro- Michael estaba fastidiado de planear y planear, quería actuar ya, él ya conocía su trabajo.
 -Todavía no tenemos un lugar, Mickey- insistía Simon, estaba parado junto a la ventana mientras los demás comían algunos entremeses. Michael por su lado, estaba sentado conmigo en el sofá de la sala.
 Aunque Michael siempre fue un solitario y llevaba viviendo solo y sin relacionarse con nadie más tiempo del que yo pasé trabajando en el Break O´Dawn, encontraba que se estaba adaptando muy bien a aquel grupo, siempre el más callado y retraído, pero definitivamente integrado.
 -¿Mickey?- soltó él con su fina voz arqueando las cejas.
 -Ehhh, bueno, así te estamos llamando- comentó Simon sin importancia.
 Yo solté una risita y le apreté la mano, él sonrió de oreja a oreja. De repente me sonrojé y bajé la mirada, y otra vez nos olvidábamos de la reunión y de lo de “Mickey”.
 -Rocco y el que apodan “El Martillo”- continuaba Simon, todos enfrascados en su asunto, no se daban cuenta de las cosas entre Michael y yo.
 Sin embargo los hombres hablaban, y aunque ellos no se dieran del todo cuenta de lo que ocurría entre nosotros durante esas reuniones, sabían que estábamos enamorados, y hablaban. Una vez Simon me comentó que no sabía cómo un chico como Michael había sobrevivido todo lo que sobrevivió en los bajos fondos, opinaban que Michael era delicado y muy frágil para ese mundo, pero a la vez muy hábil para haber logrado lo que había logrado. Y muy en el fondo, todo ellos se rompían la cabeza preguntándose como fue posible que alguien como Michael fuera quien se había ganado mi corazón por completo.
 Solo Michael y yo podíamos entender nuestro amor.
  -Esos dos son los primeros que debemos eliminar, Mickey- volviendo al grano, estábamos poniendo las cartas sobre la mesa ya –Buscaremos la manera de atrapar a Rocco y al Martillo en algún lugar, está pendiente que pronto recibirás una llamada-
 Muy complacido “Mickey” asintió con la cabeza, tomó su copa de vino de la mesa y brindó. Brindó por mí pero todos creyeron que brindaba por el éxito de la misión, pero no, solo yo sabía que brindaba por nuestra futura unión.


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