sábado, 29 de enero de 2011

Capítulo XVI


 El Martillo los vio marcharse como hacían casi todas las noches. Esperó desde un rincón en la escalera acechando el 6-B, el apartamento del sexto y último piso del edificio.
 Allí vivía Scarlet y un hombre, que de seguro era su amante.
 ¿Cómo daría el golpe? Debía secuestrarla cuando estuviera sola, tal vez entrar al apartamento- si es que éste no tenía muchos cerrojos- o esperar a que saliera y atraparla.
 Se escondió por la escalera de incendios ahora, por si alguien más salía. Y en efecto, alguien más salió, y fueron dos hombres, y El Martillo ahogó una exclamación:
 -El negro- recordó enseguida lo que Rocco había dicho, lo que causó que Scarlet se fuera del Break O´Dawn- es cierto lo del novio negro, el que le disparó a Luisito-
 Michael y Simon estaban, en efecto, en la puerta del apartamento, porque antes de irse Michael le pregunta por pura casualidad:
 -Por cierto ¿Alguien de los que vigila el edificio es un hombre bajo y regordete?- se acordó al fin. Simon se puso muy serio y respondió secamente:
 -Michael, yo no conozco a nadie bajo y regordete, por ahora-
 El Martillo desde su escondite vio que los dos hombres se alteraron y salieron corriendo del lugar ¡Que maravilla! Le dejaron el paso abierto hacia Scarlet Jones ¿O tal vez no? El Martillo se puso nervioso y empezó a oír pasos por las escaleras. En definitiva tenía un mal presentimiento y aquel no era el momento de hacer nada. Actuaría de día porque de noche aquello estaba demasiado concurrido y vigilado.
 De nuevo apareció el hombre Italiano de treinta y siete años en el pasillo del apartamento, y con un arma en la mano, así que El Martillo se marchó escaleras abajo huyendo del piso; eran las escaleras de emergencia externas, que nadie las frecuentaba. O eso creía él.
 Bajó tres de los seis pisos por allí y no viendo otra salida, saltó al techo del estacionamiento. Muy ágil era para ser un hombre gordo.
 Pero alguien que frecuentaba aquella vía lo esperaba y El Martillo no podía creer que el cazador se había convertido en presa.
 El hombre de traje blanco lo siguió y lo derribó en un dos por tres, poniéndole el cañón de una pistola en la boca. Pero El Martillo no era tan fácil, de una patada en el pecho tumbó a Michael y se dispuso a pararse y huir. La pistola se le había salido en el ataque así que el no pudo alcanzarla ni tenía tiempo para dispararle a Michael.
 Mientras, Michael, más joven y mucho más ágil, no tardó en recuperarse y aún con el arma en la mano arremete contra el hombre que escapaba disparándole en el pecho. Los disparos retumbaron en la noche.
 Aunque no pudo acertar, Michael logró herir al hombre y dejarlo indefenso.
 -¿Quién eres?- espetó Michael - ¿Te mandó Antonio?- con fuerza se había colocado encima del hombre para inmovilizarlo y el cañón de la pistola se la clava por debajo de la quijada.
 Los muchachos que habían quedado en el edificio se acercan al lugar atraídos por el bullicio y los tiros, y salieron por la escalera de emergencias.
 El Martillo estaba perdido ahora que más hombres se le acercaban. Por primera vez sentía la derrota.
 -¡Habla! ¿O quieres que te saque los ojos y te deje desangrándote?- amenazaba Michael mientras los otros hombres se acercaban ya por aquel techo.
 Se sintió como un imbécil pues estaría bien ahora si no fuera por los caprichos de una mujer desalmada. El Martillo ya no sentía ninguna lealtad por Annie, y ahí derrotado, se adueñó de él el odio.
 -¡Habla!- un puñetazo le sacó varios de sus dientes amarillos Porque aunque no lo mostrara, Michael estaba enfurecido. El hombre se reía, no sería fácil sacarle información, así que Michael recurriría a medidas extremas- No sabes de lo que soy capaz- y con la mano con que golpeaba el rostro del Martillo saca una navaja de su bolsillo- Habla, o te sacaré los ojos-
 Todo el mundo estaba atento a cómo se desenvolvería aquella impresionante escena.
 Derrotado y desfallecido, El Martillo decide que su último aliento no sería por lealtad hacia Annie Gilardino.
 -Yo no soy quien debe preocuparte, muchacho- habló cuando ya el cuchillo se le clavaba por un lagrimal- Yo no soy el que anda detrás de tu noviecita, ni Antonio tampoco-
 Aquello dejó perplejo a Michael.
 -¿De qué hablas?- y le tembló las armadas manos que también sostenían al herido.
 -De Annie Gilardino, chico, ella es quien pide la cabeza de tu novia… o algo peor, algo muchísimo peor que lo que quiere Antonio- las fuerzas se le iban pero Michael lo mantenía vivo obligándolo a hablar –Cuida a tu querida Scarlet, amigo… de Annie- alcanzó a decir y murió.
 -¿Qué dijo, Michael?-  Tony y Bob se acercaron a ellos.
 Michael se quedó frío y no respondió.
 -Aguantó bastante este tipo, si no tuviera un pie fracturado por el salto que dio desde aquella escalera, tal vez, Michael, no hubieras podido vencerlo- comentó Tony, y ya recogían el cuerpo del hombre mientras Michael lo miraba en silencio.
 Simon también llega al lugar, seguido por Scarlet, quien corre a los brazos de Michael.
 Él la abraza con fuerza, como si con eso la apartara de aquellos que querían hacerle daño. Por primera vez el criminal de blanco tendría que encargarse de una mujer.

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 Nadie se fue del apartamento en todo el resto de la noche. Hice café para todos aunque no era lo ideal para Michael, quien ya estaba bastante alterado.
 A él le gustaba más el vino y además la bebida le entonaba el espíritu.
 Michael contó todo y, al terminar, Simon me lanza una mirada alarmante.
 -Tal como te dije, Scarlet ¡Annie Gilardino!- exclamó impresionado.
 Me apreté contra el pecho de Michael porque ya era bastante con saber que Antonio y sus secuaces me perseguían como si yo fuera una miserable liebre ¿Ahora también Annie? Me afligí tanto que ya no vi nada más para mí que una muerte espantosa.
 -¡No lo aguanto más!- salían mis palabras golpeadas contra mis labios- ¡No lo aguanto más!!!-
 -Voy a tomar medidas en el asunto, Scarlet, no te preocupes- fue lo que dijo Michael pero no dio más detalles y nadie le preguntó.
 Michael se quedó con nosotros al igual que los demás hasta el amanecer. Tony y Bob eran los otros.
 -Algún día se mudarán todos- comentaba Simon durante una pausa- Todos estos vecinos, ya sospechan que por aquí ronda la Cosa Nostra. Se mudarán-
 -Tanto mejor para nosotros- dijo Bob ante esto con una sonrisa socarrona- Así podremos mudarnos nosotros aquí. Es un sitio bastante bueno-
 Y ése era el plan ciertamente, los chicos querían mudarse todos a una misma zona porque así no solo se tenía el control de la zona sino que también se tenía protección.
 Así pasamos el Viernes y Michael me dio todo su apoyo porque yo ya estaba desesperada.
 La policía hacía redadas por todas partes, pero en ningún momento se acercó por el West 24th. Y yo me preguntaba por qué.
 Durante la cena, que Michael y yo preparamos- puesto que Simon salía mucho con excusas de trabajo, pero yo sé que solo quería dejarnos solos- Michael me sostiene la mano con dulzura y me dice:
 -Quisiera que mañana fuéramos al Bachelor´s Grove-
 -Pero…- la idea me encantó pero era una locura salir en aquella situación – Mike, no debemos salir-
 -Necesitamos ir- me dijo simplemente así- tú y yo, Scarlet, debemos ir, necesitamos ver a nuestras familias-
 Un triste silencio cayó sobre nosotros y nuestras manos juntas lo decían todo.
 -Me hubiera encantado que mis padres estuvieran vivos ahora y pudieran conocerte y saber que soy feliz…- la comida se cocinaba entre muchos aromas- Mi hermanita sería ya una hermosa señorita-
 -Michael…- lo consolé porque no quedaba más nada. Solo teníamos la comida adelante como único objetivo y nos quedamos callados.

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 Simon no haría nada, aquel Sábado se quedó en su cuarto solo viéndonos partir por una callejuela de atrás, Michael con su traje y sombrero blanco y de su brazo iba yo, con un vestido y un abrigo.
 Nadie podía impedir el destino, aquello ya estaba fuera de sus manos.

Capítulo XV

 En el mundo de la mafia, la vida de una mujer no valía nada.
 Éramos inferiores en un territorio gobernado por la Mano Negra y La Cosa Nostra. Pero eso estaba a punto de cambiar en este nuevo bajo mundo que yo y mis amigos estábamos conformando.
 El viejo orden del crimen organizado de la tradición Italiana no nos controlaría más.
 Pero ahí estaba Annie, una jefa en la tradicional y estrictamente Siciliana Cosa Nostra ¿Qué sería de ella? ¡Oh pobre Annie! Yo le pronosticaba que caería como una boba en las garras del verdugo de su marido ¿O tal vez no?
 Pero Odette, no tenía duda que, inocente o no, eso no se lo dejaría pasar la mano manipuladora. Y estaba claro que a Simon no le importaba nada, la consideraba otra más de las mujeres de la noche que todo lo hacían solo por dinero.
 Mi angustia era profunda, los Gilardino estaban cerca, había sangre y balas en las aceras y en los bares, en los hoteles y casinos.
 Llegarían a nosotros tarde o temprano.

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 Annie salía de su mansión del Round Lake Beach como si nada de lo que ocurría fuera asunto de ella, iba muy acompañada por El Martillo. La noche era hermosa y le hubiera gustado ir a bailar… pero ella era muy astuta e intuitiva así que sospechaba que su situación con Antonio se pondría alarmante y creía que debía irse preparando para pasar unos días en su lujoso apartamento propio del North Value.
 -Un amigo de la cantantucha habló, querido ¿Qué te parece?- la mujer sonó socarrona  y descaradamente.
 -Hum- El Martillo solo gruñó.
 -Es asombroso el miedo que tiene la gente por aquí ¿Eh?- iba muy recostada del confortable asiento trasero del coche. El Martillo iba adelante, al lado del conductor. Las luces de la ciudad pasaban como rayos por las ventanas empañadas de humedad- El hombre habló y casi que no hace falta torturarlo. Dijo que él había visto a Scarlet irse con unos hombres en un coche negro Ford Deluxe 34 desde una calle del centro…hacia el oeste. Tal vez hayan ido a otros sitios, es verdad, pero querido, ten por seguro que ella está con esos hombres, o con ése hombre- y Annie encendió un cigarrillo –Quiero que vayas a ese Sandy´s y averigües si saben de esa mujer que se reunía en la calle con unos hombres de un Ford Deluxe 34 negro. Te sorprenderás de lo mucho que se acuerda la gente cuando le interesa de verdad. Vete al oeste de Chicago y encuentra a Scarlet. Ya sabes el trabajito que tienes pendiente-
 El Martillo, mirando a la mujer por el espejo retrovisor, asintió.
 -Mi marido está demasiado ocupado y ella puede aprovecharse de todo esto para escaparse-
 Y el automóvil siguió su rumbo al centro, donde los shows, la música, las luces y el crimen adornaban las calles.

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 Nosotros no podíamos saber que aquel hombre empezaría a merodear el West 24th más pronto de la imaginable, todo gracias a esos tontos datos que les había dado un empleado del hotel.
 Yo no salía mucho del apartamento, me mantenía allí escondida, aunque de vez en cuando salía una o dos veces. Por ejemplo, salía a recibir a Pipy por las mañanas cuando me traía los recados de Michael, sus mensajes de amor, y llevaba el cabello teñido de negro, así que ya no era esa mujer de hermosos cabellos pardo claro que solía ser. No creo que era fácil reconocerme. Sin mencionar el hecho de que vestía pantalones y camisas, o sea que tenía un look muy unisex.
 Pero El Martillo era un zorro, un cazador. Sabía lo de las flores y los mensajes secretos- que fue la razón por la cual fue asesinado Raúl- sabía lo del amante misterioso de Scarlet también. Así que un buen día de aquella misma semana, el hombre vio a Scarlet Jones, con cabellos negro y ropa masculina: pero era Scarlet Jones.
 Desde aquel Jueves, El Martillo montó guardia en el edificio de Simon, lo que sí no sabía todavía era que Michael se acercaba por las noches, y a veces también de día, porque no aguantaba la ansiedad y se paseaba por la zona aprovechándose- tal vez abusando- de que nadie tenía una descripción de él y los enemigos no sabían quién era.
 El Martillo planeó su jugada, se veía fácil atrapar a Scarlet allí, debía estar sola de día porque era de noche que su amante estaba en casa. Descubriría muy pronto que otros se acercaban al edificio de noche también, los “desempleados” debido a la clausura del Flamingo y demás amigos de Simon, todos del lado de los Santino.
 Él era el único ocupado de esos trabajos cuando todos los demás se encontraban en medio del conflicto. Si fuera por él, dejaría a la pobre chica en paz, pero su jefa había dado una orden irrevocable.
 Sería un trabajo muy desagradable.
 Esa noche los vio llegar, estaba el coche Ford Deluxe 34 y la gente llegaba y luego se volvían a ir, pero también también descubrió que uno de ellos, un Italiano como de unos treinta y siete años, parecía vivir allí. O sea que era el hombre con el cual vivía Scarlet.
 El Martillo se aventuró a esconderse en el edificio y averiguar en qué apartamento vivía el Italiano de treinta y siete años, que sospechaba era el amante de Scarlet, y así dar con el lugar exacto donde vivía ella.
 Así fue cuando la madrugada de ese Viernes, El Martillo vigila la reunión en casa de Simon, y ya sabía que Scarlet no salía con facilidad, así que debía atraparla entre intervalos, cuando los otros no estuvieran allí. Por lo tanto no sería posible hacerlo de noche, así que esperaría al amanecer y a que todos se fueran.

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 Mientras, en el apartamento de Simon, todos ignorábamos el peligro que estaba afuera de nuestra pequeña fortaleza. Guardaespaldas vigilaban siempre el edificio y a nuestra pandilla… pero habían hombres hábiles y capaces de evadirlos, desgraciadamente.
 Michael parecía presentir algo esa noche del Jueves, tal vez yo también, o tal vez era el paso del tiempo y que cada vez se acercaba la hora decisiva para todos. Estábamos nerviosos y preocupados.
 Me retiré muy cansada y muy preocupada por los trabajos que tenía Michael, no podía quitarme la angustia de encima. Me encerré en mi cuarto después de la cena.
 Michael se había quedado mirando por la ventana de la cocina un rato largo, y vio a Roberto Capelli y a Ruperth marcharse, por lo tanto la calle estaba concurrida por ese lado. Miró por todas las ventanas y otro de los guardaespaldas de Simon, uno bajo y regordete, se escurrió por el callejón derecho. ¿Un hombre bajo y regordete? Michael reaccionó, nunca había visto con Simon a un hombre con esa contextura. Se quedó atontado por un momento.
 -Scarlet está muy preocupada- le dijo la voz de Simon a su espalda, Michael olvidó al hombre bajo y regordete.
 Se quedó callado pero luego respiró hondo y dejó salir lo que tenía guardado desde hacía días.
 -Ella necesita un lugar donde quedarse- musitó como para sí mismo, pero Simon lo oyó y decidió que ya era hora de hablar algunas cosas.
 -Este es el lugar más seguro para ella. No hay otro lugar- Simon se sentó muy cómodamente en el sillón y Michael le dirigió toda su atención.
 -En otro lugar no podemos mantener una guardia las veinte cuatro horas del día sin levantar sospechas como aquí- continuó Simon como si estuviera dándole lecciones a Michael – Porque algunos de mis hombres viven aquí, aunque no tantos como quisiera, pero de todas maneras así se puede mantener una guardia disimulada ¿Ves?-
 -Es tu casa, no puede quedarse aquí para siempre- Michael sonaba tranquilo, pero Simon sabía que no lo estaba.
 -¿Qué es lo que pasa, Mickey? ¿No confías en mí todavía?-
 Michael no dijo nada, solo suspiró y Simon no sabía decir si le gustaba o no que lo llamaran “Mickey”.
 -He vivido con ella desde muchos años antes de que te conociera- le recordó Simon sin importarle si aquello daba cabida a malas interpretaciones o no. Entre ambos estaba surgiendo aquella pequeña rivalidad entre hombres que era infundada pero que siempre hubo entre ellos dos.
 -Pero Scarlet es ahora mi novia y mi prometida- replicó con su fina voz- Y me ama-
 -Sí, lo sé- Simon encendió un cigarrillo –Y sabes lo que eso significa ¿no? Me importa Scarlet y me preocupa. Y este es un mundo muy peligroso, Mike, y mucho más para una mujer. Necesita mucha protección-
 -Y yo se la daré- afirmó Michael con una mirada penetrante.

domingo, 23 de enero de 2011

Capítulo XIV

 Había pasado un fin de semana de grandes acontecimientos, porque McCluskey y la policía habían allanado el Flamingo y otros negocios que eran de los Santino y que ahora pertenecían a los Gilardino. No les duró mucho el reinado, tal como se predijo. Eso fue un gran avance para nosotros, en pocas palabras, Antonio nunca pudo echarle mano a todo el poder.
 Frank seguía desaparecido, pero con la policía pisándole los talones gracias a la información que nosotros le proveíamos.
 Era cuestión de días.
 Había pasado el Lunes y en casa de Simon por la noche, el tema de la boda de Roberto “El Gatillo” y Antonietta dominaba por sobre cualquier plan, y eso significaba que había felicidad, además de optimismo, en el ambiente. Yo no dejaba de sonrojarme ni Michael tampoco. Otra vez me propuso matrimonio y desde el Viernes me mandaba tarjetas doradas con una flor todas las mañanas, y las tarjetas decían. “Hermosa Scarlet ¿Te casas conmigo?” una y otra vez.
 Yo andaba por las nubes pero Simon resoplaba cada vez que llegaba Pipy -el pequeño niño amigo de Michael- trayendo las tarjetas. Debía sentirse muy abrumado por tanto amor en el ambiente cuando él no estaba acostumbrado a eso y además estaba solo.
 Así que durante esas reuniones nocturnas, las sonrisas y miradas atrevidas abundaban entre Michael y yo. Más torpe y más tímida estaba poniéndome ¿Y él? Tan torpe y tímido como yo.
-¿Qué les pasa a ustedes dos?- Roberto, alegre y radiante, se había dado cuenta del secreteo y notaba que Michael no prestaba atención a nada –Estás en las nubes, Mickey. A ver-
 Y yo creía que Michael simplemente evadiría otra vez el asunto pero:
 -Bueno, es que todavía espero que esta señorita aquí presente me dé una respuesta- respondió y yo me quedé con la boca abierta- Le he dicho que me quiero casar con ella-
 Los hombres se rieron como si fuera un triunfo, Michael habló al fin. Mary por su lado, que vivía un romance con Rupert Altieri y era una chica muy como yo, soltó una exclamación de ternura:
 -Oh, que lindo. El amor está en el aire- suspiró -¿Qué dices, Scarlet??-
 Yo me moría de pena, estaba roja.
 -Bueno… ya veremos, chicos, ya veremos- nunca dando una respuesta concreta.
 -Cuando todo eso termine- intervino Michael para ayudarme – Tendremos el tiempo-
 Lo que indicaba que nuestro matrimonio no sería posible sino después de acabar con esta guerra. Michael tendría aquella recompensa al final del arduo camino y tal vez él mismo lo deseaba así, para tener valor y mucho empeño para luchar por su vida.
 Simon sonrió satisfecho, porque Michael cada vez demostraba que cumplía con todos los requisitos tanto para ser parte de la banda como para tomar mi mano. Lo estaba aceptando por completo a pesar de las circunstancias en que habían estado los dos.
 -¡Woww, entonces ya entendemos tu apuro  por matar a esos malditos!- comentó Roberto que no se callaba, la felicidad, los tragos y la audacia de Michael lo tenían muy inspirado.
 Simon se rió por lo bajo, Michael bajó la mirada más apenado que nunca, Mary me miraba con picardía y yo me excusé con el pretexto de que se estaban quemando los spaguettis que cenaríamos.
 Corrí a la cocina dejando al pobre Michael a cargo de la situación y sin saber qué hacer, sus sentimientos más íntimos habían sido expuestos.
 Me refugié en la cocina donde el aroma a salsa bolognesa me reconfortaba cual medicina. No debía estar escapando así de algo tan maravilloso y romántico, tal como me decía mi difunda amiga Clarissa… solté una lágrima…que era muy afortunada porque muy pocas personas en el mundo conocían y disfrutaban del verdadero amor, así que aquellos temores y fantasmas me los tendría que espantar como fuera.
 Eché un vistazo inadvertido por la puerta para ver qué pasaba en la sala. Afortunadamente la situación no daba cabida para perder el tiempo indagando en asuntos privados, la reunión volvió a enfrascarse en los Gilardino.
 -Están matando a troche y moche, pero la policía afortunadamente está actuando como esperábamos, y siguiendo la ley- canturreaba Simon con mucho optimismo, lo que era una ironía considerando la gente que estaban matando los Gilardino- ¡Clausurado el Flamingo! ¡Es la mejor noticia que he oído en mucho tiempo!- y alzó su copa, los demás tocaron madera.
 -Frank está en fuga ¿Dónde rayos se habrá metido esa cobarde rata?- gruño El Gatillo y Mary hizo un gesto parecido.
 -No se preocupen- ronroneó Simon con una sonrisa de oreja a oreja –Yo puedo conseguir pistas-
 Al oír eso Michael se levanta como un resorte del sofá donde se había sentado hacía poco, ya que el asunto le incumbía y mucho.
  -¿En serio? ¿Dónde de puedo encontrarlo?- otra vez dejaba que todo el mundo notara su ansiedad por terminar con todo eso, sabiendo ya por qué.
 -Amigo, te entiendo. Planear tu boda para después de todo ¿Eh?- Roberto otra vez se ponía impertinente, pero Michael no pudo evitar que la sonrisa pícara apareciera en su rostro, ya que el hombre, que estaba borracho y también enamorado, exponía la verdad que él no podía expresar –Eso tiene su encanto ¿No es verdad, chico? Será una gran recompensa- y le dijo “chico”, porque aún y cuando Roberto solo era cinco años mayor que Michael, lo veía a él como un niño.
 -Michael, espera. Yo creo que éste no será trabajo tuyo- aclaró Simon poniendo fin al relajo que montaba Roberto.
 Michael hizo un esfuerzo para olvidarse de sus planes de boda con Scarlet y lo que decía Roberto para enfocarse en su trabajo:
 -Entonces ¿Qué piensas hacer con Frank?-
 -Le pasaré ésa información a McCluskey- contestó este –Así nosotros sólo nos enfocamos en los Gilardino, los más poderosos-
 Michael asintió de acuerdo. La cena estaba lista y Roberto y yo pusimos velas en la mesa y todo. Fue muy acogedor.
 -Scarlet averiguó algo muy útil- ultimábamos detalles ya. Después de la cena recogeríamos los platos para lavarlos y ya todo el mundo se marcharía –Que Rocco frecuenta el Break O´Dawn, o más bien, anda merodeando a la otra bailarina de Scarlet- por más que Simon ahora prestaba atención al asunto, ni siquiera se acordaba del nombre de la pobre Odette- Me parece que allí podríamos atraparlo- opinaba.
 -Excelente, yo también creo eso- Michael estaba satisfecho y muy encantado con los spaguettis – Solo déjenmelo a mí, ese maldito mató a la mejor amiga de Scarlet y su vida también está en peligro por culpa de ese. ¡Es mío!-
 Nadie le discutió eso a Michael.
 -Espero que no te pongas en peligro- le dije yo muy preocupada –Ese hombre… ese hombre ¡Por favor Mike, sólo cuídate!- no estaba nada animada, no me gustaba que Michael se arriesgara con esos trabajos. Aquel mar de temores y emociones me tenía mal.
 -No te preocupes- me dijo, y a veces me parecía que la inmadurez de Michael hacía que no viera los peligros con responsabilidad. O tal vez me equivocaba –De esto saldremos rápido, y bien parados. Ahora nadie me va a matar- y el jugueteo se había acabado al pronunciar estas terribles últimas palabras.
 -Ese espero- dije yo y le tomé la mano. Todos los demás callaron respetando el momento – Lo más importante es tu vida ¿Me prometes que eso es lo más importante, verdad? Porque hay un matrimonio esperándote al final de todo este arduo camino-
 Y Michael se puso radiante, una luz angelical le iluminó el rostro y olvidaba otra vez el peligro que le esperaba: yo le estaba dando el “sí” a su propuesta, al fin, y claramente.


sábado, 22 de enero de 2011

Capítulo XIII

 “Guerra en los bajos mundos”, “guerra en los bajos mundos”, “guerra en la mafia”, repetían todos en cada recoveco del Break O´Dawn.
 Desolada se había quedado la pobre Odette, con Scarlet y Clarissa desaparecidas. “No seas ingenua, Odette”  le decía Laureano “Están muertas como Raphael y Phillis”.
 “Será mejor que te vayas, Odette” repetía Stephan desde los rincones, como si tuviera miedo de que alguien lo viera hablando con ella.
 Ya no había más shows, solo la orquesta quedaba hasta que una nueva artista cayera en la trampa. Pero ninguna sería como Scarlet, quien se mantuvo íntegra hasta el final, hasta que…
 Atrapada en su habitación se quedaría, no tenía a dónde ir ni con quien. Odette no tenía nada.

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 En el transcurso de esa semana ocurrieron muchas cosas. Frank desapareció y no se supo más de él, todos los negocios de la familia pasaron a manos de los Gilardino- incluyendo el Flamingo- varios agentes, también asociados a los Santino, fueron encontrados muertos;  y en cuanto a nosotros, nosotros pusimos en manos de la policía lo que terminaría con Frank y pondría a los Gilardino en medio de una cacería de brujas. Su reinado en el Flamingo no duraría mucho ya que se tenía todo para clausurar el local.
 Fue la noche del Martes, un día antes de yo recibir mi arma Tokarev y de ser así oficialmente bautizada como gangster, miembro de la familia, que nos reunimos por última vez con el detective. En medio de la oscuridad del desolado cementerio de Queen of Heaven.
 La figura alta y solitaria del detective parecía un aparecido que se lamentaba alrededor de su propia tumba. Hubiéramos creído, de hecho, que en verdad era un aparecido, de no estar al tanto que McCluskey nos esperaría justo allí esa noche, junto a la tumba de Ralph Pettersen.
 -¿Y ahora qué planes se traen ustedes entre manos?- habló la tenebrosa figura que pertenecía a McCluskey- Trataron de asesinar al alto mando ayer, en su misma guarida-
 -Hablas como si nosotros hubiéramos sido parte de eso- replicó Simon –Te lo advertimos, ¿No?, te dijimos de que algo pasaria-
 -Sí, claro, lo recuerdo. Pero yo ya no sé qué creer- se quejó McCluskey paseándose alrededor de la tumba del buen Ralph.
 -Lo sé, estás atrapado. Pero confía en nosotros, ya te lo dijimos- que desagradable era saber muy bien como se sentía él. Las decisiones nunca parecían ser definitivas, porque nunca había ninguna seguridad plena.
 -¿Sabes qué es esto?- Simon le mostró un maletín que llevaba en la mano, McCluskey miró de reojo el sospechoso objeto –Son cintas, grabaciones telefónicas. Te dije que tenía evidencias. El Flamingo debe ser cerrado, es un centro de tráfico de mujeres, de armas y lavado de dinero-
 -No solo eso, los Santino tienen también en su curriculum una larga lista de asesinatos- continué yo echando miradas furtivas hacia las tumbas del sur, donde sabía que estaba Michael vigilando todo- Así que dinos, Ian, si eres o no eres un perro faldero de la mafia-
 El detective asintió y así el noble Ralph Pettersen fue único testigo de un pacto oculto y nocturno.

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 Días después, en esa misma semana, me acerqué disfrazada y clandestinamente a la zona del norte, territorio de la familia Gilardino; zona roja, lo sé, pero ahora tenía una misión y era cazar a mi cazador. Rocco, asesino que llevaba a cabo los más macabros mandatos de su padre. Ni sospechaba  que era yo quien ahora lo estaba cazando a él y estaba más cerca de lo que él se imaginaba.
 Siempre me subestimaron, mal por ellos.
 La calle estaba concurrida y con una punzada de dolor le eché un vistazo al “Le Bleu Route”, donde hacía unos días Michael y yo tuvimos un encuentro penoso.
 Pero ahora él y yo estábamos muy cerca, todas las noches nos reuníamos en casa de Simon. Aunque no estábamos nunca solos, más amigos y aliados se unían a la pandilla: Tony Castañeda, Bob Harley, Roberto “El Gatillo” Capelli quien estaba en planes de casarse con Antonietta Niggi, Rupert Altieri y su novia Mary. Sí, todo parecía conllevar a una familia, nuestra muy particular familia. Una nueva familia para Michael y para mí.
 Durante aquellas reuniones, Michael se sentaba junto al bar, todos enfrascados en las discusiones y no se daban cuenta de lo que ocurría entre nosotros dos, allí en las penumbras de la sala: miradas y sonrisas secretas.
 Yo me ponía mis mejores vestidos y él sus mejores trajes, había comprado nuevos incluso, y nadie afuera de nuestro mundo sospechaba que aquellas elegantes reuniones entre amigos, en el apartamento de Simon, conllevaban a un crimen, o a varios.
 Y una de esas noches después en que, desviando una conversación con Simon- quien constantemente preguntaba: “¿Estás prestando atención, Mike?” y él le respondía que sí, aunque en realidad no era así- Michael me aborda junto al bar de la sala, y con voz tímida me pregunta “Scarlet ¿Quieres casarte conmigo?”. Perpleja, yo solo le respondía con una sonrisa y regresaba a mi puesto a seguir hablando los asuntos de la pandilla, mientras, él no dejaba de mirarme y guiñarme un ojo con complicidad.
 El Break O´Dawn se veía triste ahora y yo descubrí lo mucho que extrañaba mi vida de artista, lloré por Clarissa, Raphael, Phillis y Raúl, extrañaba a mis músicos y las noches en el casino. Pero ahora tenía a Michael y una vida nueva por delante, fuera de todo aquello que en realidad solo fue una jaula de oro.
 Había un futuro para él y para mí.
 Al fin no hice más que dar la media vuelta para marcharme de la calle del Break O´Dawn y dejar todas esas memorias atrás, pero quiso el destino que me encontrara con alguien conocido, así que de inmediato me escondí tras un letrero para que no me descubrieran: Era Odette, mi otra bailarina, sí, era ella, allá parada en la estación del tranvía sola ¿Se acordaría de mí?, ¿Se habría creído todas las mentiras de Antonio? ¡Deseaba tanto hablar con ella! ¿Qué sería de Laureano, de Stephan? ¿Estarían todos… a salvo o los tendrían a  ellos en la mira también? Se veía infeliz, desolada, triste…
 Debía hablar con Odette, no sabía por qué, pero debía. Pero en ese momento lo vi a él, a Rocco, se apareció allí como salido de alguna pesadilla y se acercó a Odette en la calle. Los vi hablar, lo vi amenazarla; seguramente la bombardeaba de preguntas sobre mí, y tal vez sobre Michael.
 Asustada corrí de regreso a casa de Simon sin detenerme.
 -Tengo miedo por Odette, Simon- expresé todas mis inquietudes apenas llegué, la tarde, sin embargo, corría sin novedades aquel Viernes.
 -¿Qué averiguaste de Rocco? ¿Visita todos los días el hotel? ¿Llega en carro, taxi, por dónde?-
 -Ehhh, llega en su carro, Simon, como siempre…creo. Pero le echará mano a Odette si no hacemos algo- me molestó ver poco interés por parte de Simon hacia Odette.
 -Nuestro objetivo es Rocco, sin él tu amiga estará a salvo y tú también- dijo él más pendiente del teléfono que de mí. Él no conocía  Odette y sentía que no le importaba, me retiré a mi cuarto algo frustrada para cambiarme.
 Simon por su lado habló por teléfono toda la tarde, fingiendo estar en contacto con Frank, todavía del lado de Frank.
 Yo me sentía mal, veía que algo podía pasarle a Odette así como le pasó a Clarissa, y eso no lo quería sobre mí otra vez, hablaría con Michael. Quien por cierto solía esconderse de día en un lugar que nadie más conocía, un apartamento que era su refugio donde vivía desde que llegó a Chicago. Seguramente era de esos típicos apartamentos de los bajos fondos que tanto se usaban en el mundo de la mafia, donde nadie sabía quien era nadie, nadie sabía donde estaba nadie - la gente normal huía de aquellos lugars. Salía luego con la negrura de la noche para venir aquí, y luego se marchaba otra vez durante la madrugada.
 Cada día le era más difícil marcharse, no podía evitar tener celos de Simon y no le gustaba el hecho de que yo viviera allí con él, aunque confiaba plenamente en mi sano juicio y precaución y se sentía muy tranquilo porque estaba muy protegida allí.
 Eran los avatares del amor, Michael apenas estaba conociéndolos y estaba aprendiendo a vivir lidiando con todas esas emociones.
 Aquel Viernes Michael llegó puntualmente a las ocho, temprano así que todos se daban cuenta de su ímpetu por reunirse con nosotros. Y esa noche nos acompañaban Tony Castañeda y Roberto Capelli, que eran de hecho los guardaespaldas de Simon.
 El apartamento parecía ya una casa de vecindad, donde la vida de todos se estaba mezclando. Una gran familia, así estaba yo sintiendo todo eso, y no se si me estaba volviendo loca al llamar a así a una pandilla de mafiosos, todos ellos, gangsters de la más pura estirpe.
 Pero no estaba loca, me casaría con Michael, y, aunque nunca lo quise así, aquel había sido siempre mi mundo. El mío y el de él.
 -Solo díganme dónde lo encuentro- Michael estaba fastidiado de planear y planear, quería actuar ya, él ya conocía su trabajo.
 -Todavía no tenemos un lugar, Mickey- insistía Simon, estaba parado junto a la ventana mientras los demás comían algunos entremeses. Michael por su lado, estaba sentado conmigo en el sofá de la sala.
 Aunque Michael siempre fue un solitario y llevaba viviendo solo y sin relacionarse con nadie más tiempo del que yo pasé trabajando en el Break O´Dawn, encontraba que se estaba adaptando muy bien a aquel grupo, siempre el más callado y retraído, pero definitivamente integrado.
 -¿Mickey?- soltó él con su fina voz arqueando las cejas.
 -Ehhh, bueno, así te estamos llamando- comentó Simon sin importancia.
 Yo solté una risita y le apreté la mano, él sonrió de oreja a oreja. De repente me sonrojé y bajé la mirada, y otra vez nos olvidábamos de la reunión y de lo de “Mickey”.
 -Rocco y el que apodan “El Martillo”- continuaba Simon, todos enfrascados en su asunto, no se daban cuenta de las cosas entre Michael y yo.
 Sin embargo los hombres hablaban, y aunque ellos no se dieran del todo cuenta de lo que ocurría entre nosotros durante esas reuniones, sabían que estábamos enamorados, y hablaban. Una vez Simon me comentó que no sabía cómo un chico como Michael había sobrevivido todo lo que sobrevivió en los bajos fondos, opinaban que Michael era delicado y muy frágil para ese mundo, pero a la vez muy hábil para haber logrado lo que había logrado. Y muy en el fondo, todo ellos se rompían la cabeza preguntándose como fue posible que alguien como Michael fuera quien se había ganado mi corazón por completo.
 Solo Michael y yo podíamos entender nuestro amor.
  -Esos dos son los primeros que debemos eliminar, Mickey- volviendo al grano, estábamos poniendo las cartas sobre la mesa ya –Buscaremos la manera de atrapar a Rocco y al Martillo en algún lugar, está pendiente que pronto recibirás una llamada-
 Muy complacido “Mickey” asintió con la cabeza, tomó su copa de vino de la mesa y brindó. Brindó por mí pero todos creyeron que brindaba por el éxito de la misión, pero no, solo yo sabía que brindaba por nuestra futura unión.


Capítulo XII

 -¿Una cita con ese detective? ¿Están locos?- fue lo primero que dijo Michael al llegar. Ahora vestía un traje negro de camisa blanca, lo que lo hacía difuminarse con la noche cuando atravesaba aquellas calles oscuras. Simon había llegado antes que él y me había planteado el encuentro, el primero que sería esa noche –Ése es el tipo que anda buscándome a mí-
 -Con esto su atención se desviará, créeme. No hay tiempo que perder- Simon seguía sentado en el mismo lugar desde que llegó.
 -Ellos ya empiezan a mover sus piezas y esta misma noche- agregué yo.
 -¿Ellos? ¿Qué no está ese hombre herido?- Michael sonaba fastidiado.
 -Está herido, pero al parecer tiene un gran apuro- frunció el ceño Simon –Es una gran oportunidad mientras ellos se ocupan de los Santino-
 -Se reunirán en el Break O´Dawn, ya citaron a Frank- a mí me parecía todo muy apresurado, pero tal como decía Simon, el tiempo que durara esa guerra entre las familias era el tiempo que tendríamos nosotros para acabar con todos ellos. Y la ironía era que hasta hacía poco todos nos pasábamos las noches allá en aquel lugar, yo cantando, los Santino apostando, y los Gilardino regodeándose con sus ganancias.
 Michael enarcó las cejas y se paseó por toda la sala.
 -Ese hombre tiene los días contados- comentaba- Ya veo que no tendré que ocuparme yo de él- se detuvo ante nosotros con expresión grave- Pero Antonio es mío ¿Está claro eso?-
 Simon y yo asentimos.
 -Mataron a los amigos y guardaespaldas de Scarlet- las malas noticias continuaban. Simon se encargaba, yo no podía hablar de eso.
 Y me sentía que era otra persona. Desde que salí del hotel-casino la vida que conocía había desaparecido casi por completo, la mayoría de mis amigos habían muerto y yo, si no estuviera protegida, lo estaría ya también. Pero ahora tenía el amor, y eso curaba todas las penas.
 -Scarlet… lo siento- Michael se impresionó, y podía entender por lo que estaba pasando, él también sabía lo que era perderlo todo.
 Le sonreí muy agradecida ya que eran muy pocas las cosas que podían ayudarme en aquellos momentos.
 -Se reunirán en el Break O´Dawn a la una- Simon observó que ya eran las diez de la noche en el reloj de la pared- O sea, teóricamente la reunión es mañana, pero bueno-
 -¡Y nosotros ya debemos irnos! Es hora de nuestra cita- me puse nerviosa y Michael rezongaba todavía  muy indeciso.
 -Vamos, hablaremos con el detective. Y tú Michael, debes vigilar la zona, que McCluskey esté solo y no intente nada. Y sobre todo que nadie te vea, porque nadie debe saber  de ti- Simon estaba al mando, tenía todo el porte de un capo mafioso. Incluso alguien como Michael accedería a trabajar para él si ése fuera el caso.
 -¿Y qué se supone que hará McCluskey?- dijo el aludido.
 -Pretendemos causarle más problemas a las familias y así se alejarán más de nosotros- explicaba Simon- Tengo evidencias-
 -Hum, en fin, ya no son los Santino los que más me preocupan- se notaba mucho nerviosismo en la apacible personalidad de Michael.
 -Y yo puedo atestiguar contra Antonio- intervine- Quebrantaré la Omerta-
 -Scarlet- me reprochó él.
 -Yo también lo haré. Soy testigo, fui cómplice de él también- recordó Simon- Trabajé para todos ellos-
 -Si nadie se entera de que los delatamos, si nadie queda vivo, nos salvaremos de haber quebrantado la Omerta-
 -Es posible- Michael trataba de no perder todas las esperanzas -¿Pero cómo pueden confiar en ese McCluskey?-
 -No sé, tal vez es una corazonada- me acerqué a Michael y le tomé la mano para darle confianza, todos deseábamos que la suerte nos favoreciera- Pero eso es lo que vamos a averiguar justamente ahora-

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 Un día Lunes a esas horas la avenida que daba a la esquina del Sandy´s se encontraba poco concurrida. Una figura alta, y cubierta por un abrigo y un sombrero, esperaba pacientemente junto a la cabina telefónica fumándose un cigarrillo. La gente pasaba, no estaba sola la calle y por experiencia sabía que los gangsters no se arriesgarían una cita como aquella en plena calle. No, las calles abiertas no eran para los gangsters.
 Un automóvil negro se paró junto al teléfono y por un momento McCluskey pensó que saldrían dos ametralladoras por el vidrio y así sería su fin, pero en vez de eso, salió una mujer acompañada por un hombre.
 -¿Tú??- el detective muy sorprendido reconoce a Simon- ¿Qué quieren? ¿Van a matarme?-
 -Ian, soy yo. Tienes que escucharme- oyó mi voz y la reconoció.
 -Este hombre es un gangster, Scarlet ¿Qué haces tú con él??- no salía de su asombro.
 Simon procedió a requisarlo mientras yo me limitaba a vigilarlo.
 -Entonces, sí estás involucrada en esto- dijo decepcionado- Siempre lo estuviste, y sí sabías de los asesinatos, sabías que Joe El Sucio y John Guetto eran más que clientes del Break O´Dawn, sabes quién es Antonio-
 Yo bajé la cabeza, estaba nombrando todos mis pecados.
 -Y ¿Sabes también quién es el asesino sin rostro?- preguntó fríamente y mi corazón dio un vuelco, y Simon me miró, porque eso yo también lo sabía pero me aterraba que el detective lo sospechara.
 -Escucha McCluskey, no te adelantes a las cosas- intervino Simon rescatándome de tan terrible pregunta.
 -¿Ves mis golpes en la cara, Ian?- me acerqué a la luz de la cabina de teléfono, la noche se hacía más silenciosa, o tal vez era que para nosotros los alrededores dejaban de existir- Antonio trató de matarme. Dime algo, Ian ¿Eres honesto o eres otro perro faldero de ellos?-
 -No soy ningún perro faldero de la mafia. Eres tú quien tiene que explicar muchas cosas- y sus ojos azules apenas se veían bajo aquel sombrero.
 -No puedo, y lo único que tengo que decir es que estamos luchando contra la mafia. Arriesgando nuestras vidas por quebrantar la Omerta-
 -Sí, si los Santino se enteran de esto…- la voz de Simon denotó su angustia- cocinarán mi cabeza en una sopa. Y la de ella-
 -Dime si eres el hombre que pareces ¿Me ayudarás?- le reproché.
 -Pero… no sé de qué me están hablando- McCluskey parecía honestamente perplejo. Él, seguramente, no sabía qué era la Omerta. Había que hablarle con astucia, y eso no era nada fácil.
 El viento se hacía cada vez más frío y yo comencé a temblar, pero no sabía si era exactamente por el viento.
 -Necesitamos que nos ayudes. Ya sabes que trabajo para Frank, y trabajé para los Gilardino, tengo evidencias- Simon fue directo y sin titubear- Y esta misma noche puede pasar algo. Es posible que venga otra sangrienta guerra en los bajos mundos ¿Quieres eso?-
 -No- soltó –Pero ¿Cómo puedo confiar en ustedes? Y tú, Scarlet ¿Heriste a Antonio entonces? ¿Qué pasó? Los periódicos dicen atrocidades-
 -Me quería matar porque no dejé que me sedujera ni me convirtiera en una de sus amantes –yo traba de mantener firme mi voz -Fue terrible, tuve que defenderme como fuera. Humillado, ahora Antonio quiere destruirme-
 -Y es muy probable que sus dos hijos estén encargados de ese trabajo- aseguraba Simon- Son tan mafioso como él, y le hacen los trabajos sucios-
 McCluskey necesitaba asimilar todo aquello. A ambos los miraba incrédulo, pero tampoco encontraba razones para no creer en lo que decían.
 -Entonces, estás diciéndome que me puedes dar evidencias. Vas a traicionar a Frank- Ian no le quitaba los ojos de encima a Simon- ¿Por qué?-
 -¿No crees que estamos luchando contra ellos?- lo retó Simon.
 -Si no los detenemos, me van a matar ¿No es ésa razón suficiente?- le espeté indignada.
 Él se quedó callado, inexpresivo.
 -Usted tiene que mantenernos a nosotros fuera de esto, no hablar con nadie, es la condición. Si habla no solamente estamos perdidos nosotros sino que usted también- amenazó Simon- le conviene cumplirnos. Mañana lo contactaremos otra vez para saber una respuesta. Ya sabe, tengo evidencias-
 -Ten cuidado, Ian. Y no creas nada de lo que te diga esa gente- le supliqué.
  El carro nos esperaba ahí mismo donde nos dejó. Dejamos a McCluskey parado junto a la cabina telefónica sin más ni más.
 Y él sólo tenía que regresar a su solitario apartamento a pensar y analizar la propuesta y todo en lo que estaba metido. Pero apenas llegó allá encontró un sombrero blanco clavado en la pared por un enorme cuchillo. Del sombrero colgaba una nota que rezaba:
 “Cuidado con hablar, McCluskey. Te conviene ser discreto y confiar en nosotros”
 Estaba entre la espada y la pared, la verdad ya no sabía en qué estaba metido.

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 Cuando Frank Santino vio a Antonio esa noche, se le heló la sangre; el jefe de la mafia, dueño de casi todo Chicago, estaba ahí sentado frente a él vencido. Porque con todo el poder que tenía no pudo evitar que llegara alguien- que él creía era el mismo que mató a su hermano- y le sacara un ojo así tan fácilmente. Pudieron muy bien matarlo. Esos dos hombres que trabajaban para Scarlet pagaron ya por el crimen, pero él sospechaba que eran inocentes. Oh, sí, aquellos cuentos le olían a mentira. Nadie estaba a salvo ahora.
 En serio que Frank se preguntaba ahora qué rayos iban a hacer.
 -Entonces…esa cantante ¿Quién lo hubiera sospechado?- dijo con un dejo de ironía. Y a ver cómo seguían mintiendo los Gilardino ahora.
 A esas horas de un Lunes ya el casino estaba cerrado, solo quedaban algunos mesoneros atendiendo la importante reunión; la mesa donde se habían reunido era apenas iluminada por un candelabro de techo que destellaba por sus diamantes. Frank no podía evitar sentirse intimidado por todo, estaban allí todos los capos: Antonio, Annie, Rocco, Vincenzo, El Martillo y los guardaespaldas de cada uno. Los pobres mesoneros que tuvieron que quedarse a atender aquellos jefes estaban que temblaban.
 Frank solo pudo entrar solo al casino, su matón y mano derecha, Ricky Castellano, permanecía afuera fuertemente guardiado. Un sudor frío ahora recorría su frente, aunque no era la primera vez que se reunía con los Gilardino, pues desde hacía un tiempo se hacía pasar por asociado de la familia, a pesar de las rencillas pasadas.
 Y no podía dejar de mirar a Annie, quien esa noche cumplía como la leal esposa de Antonio, pero que ya antes había flirteado con él. Si no fuera la esposa de Antonio, él ya se hubiera aprovechado de la situación. No dejaba de hacerle gestos, pero ahora Antonio tenía un solo ojo, veía menos que antes las infidelidades de su esposa.
 -Es tan solo un ejemplo de por dónde vienen las traiciones- habló Rocco, el hijo mayor- Sorprendente ¿Verdad?- y el tono irritó a Frank, porque se refería a la traición de Lafcadio con lo del “Club 30´s” –Pero a esa ladrona solo le quedan horas de vida- agregó con orgullo, muy seguro de que cumpliría con aquella tarea tan fácil. Si Scarlet no era atrapada en un día, la reputación de los Gilardino disminuiría.
 -Lamentamos lo de tu padre, Frank- Annie habló con más tacto, y a la vez entrando ya en el tema.
 Frank se encogió de hombros.
 -Entendemos la situación de la familia ahora- habló Antonio con una voz ronca y enferma.
 -Sí, ahora yo soy el Don- atajó Frank con orgullo.
 -Bueno, eso lo serías si tuvieras el control de todas las empresas y negocios de la familia- gruño Antonio.
 -Y lo tengo, por herencia ¿Qué te hace dudar que no lo tengo?-
 -Ah es que, que yo sepa, muchos de tus asociados quieren vendernos ya ¿No es así Vincenzo?-
 -¿Qué?- Frank no pudo disimular su alteración y por dentro se estaba poniendo muy frío.
 -Que los socios de tu padre nos están vendiendo sus negocios y acciones y algunos quieren pasarse a nuestro lado- cantó Antonio felizmente con su horrible voz- porque creen que al morir el Don lo pueden perder todo y quieren nuestro respaldo. Nosotros podemos pagarles mucho y respaldarlos en todo si se nos unen-
 -Y apenas ha pasado un día desde el deceso del viejo Santino- agrega  Vincenzo, el más callado.
 Frank estaba lívido, literalmente lo rodeaba una manada de lobos. Antonio le hizo una mueca.
 -Yo conseguiré otros socios. No crean que todo se vendrá abajo por eso- Frank no se dejaba intimidar. Los mesoneros sirvieron más bebida y demás delicatesses.
 -No te ciegues, Frank. Mira, seremos generosos- Annie encendía su cigarrillo, fino y perfumado.
 -Queremos el Flamingo- continuó Antonio que no se andaba con rodeos- Te podemos pagar lo que vale y mucho más-
 -Los burdeles de la zona este, todos- agregó Annie implacable- El control del sindicato de trabajadores…-
 -Todos mis negocios, o sea los de la familia… - Frank les ahorró el trabajo de seguir con aquello-  en pocas palabras-
 Hubo un gran silencio en la mesa, las miradas eran todas graves y sombrías, excepto la del Martillo, que estaba muy relajado mirando a Frank como si fuera una presa.
 -No tienes muchas opciones y lo sabes- Antonio bufó fastidiado ya- Casi todos los tuyos se están pasando a nuestro lado, tú mismo fuiste mi socio para tener mi ayuda- le alzó una ceja y Frank se retorció de rabia- Te conviene acceder-
 -Y volverme un lacayo más de ustedes- finalmente Frank dio con el punto, así de sencillo. Aunque la rabia lo carcomía y la mente la tenía nublada, se estaba controlando. Estudió todo el lugar, paseando sus verdes ojos por el salón en penumbras, y notó el grupo de mesoneros que había llegado. Entonces recobró la confianza en sí mismo y sonriendo plenamente se paró de la mesa y acomodó su chaqueta –Antonio, Annie… que poco me conocen-
 Les guiñó un ojo a todos y se dispuso a irse de la reunión.
 Todos se quedaron atontados excepto El Martillo, quien muy desconfiadamente volteó hacia los mesoneros. La tranquilidad desapareció de su rostro y unas arrugas deformaron sus horrendas facciones:
 -Traición- musitó sin voz, luego se recuperó- ¡Traición!!-
Los mesoneros que había visto Frank no eran mesoneros, eran hombres de su clan que se habían colado en el casino.
 La balacera comenzó al instante, pero igualmente los guardaespaldas contraatacaron y los otros hombres de Gilardino camuflados de mesoneros abrieron fuego también. Los hombres de Frank fueron abatidos sin mucho esfuerzo, pero su plan funcionó, porque Frank escapó. Solo Vincenzo y tres de los guardaespaldas resultaron heridos.
 La guerra había comenzado.

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 McCluskey no pudo dormir en toda la noche, al amanecer ya había decidido aceptar el trato con Simon Pileo. Pero la mañana se presentó caótica, pues a las cinco de la mañana sonó el teléfono: el departamento de policía se encontraba en apuros. Tal como se lo habían dicho Simon y Scarlet, hubo una reunión en el Break o´Dawn, y terminó con un atentado contra la familia Gilardino, allí en su propio casino. Ninguno resultó muerto- cosa que lamentaron mucho McCluskey y Thompson- pero sí murieron otros. La decisión de McCluskey vino como anillo al dedo, ahora Frank cargaba sobre sus hombros otro crimen más.
 El detective se preguntaba ahora si alcanzaría a atrapar a Frank vivo antes de que Antonio le pusiera las manos encima.
 Pero peor fue su sorpresa cuando, ya saliendo de su apartamento, se encuentra otro sombrero clavado en la pared, esta vez negro, que sostenía otro mensaje:
 “Esta noche a las ocho, junto a la tumba de Ralph Pettersen, Queen of Heaven”
 Ya no había vuelta atrás, y ahora no podría dormir más sabiendo que había alguien que entraba y salía de su apartamento como un fantasma.