lunes, 17 de enero de 2011

Capítulo X

 Aquel nefasto Domingo fue un Domingo decisivo, mientras la comunidad de Chicago dormía apaciblemente para enfrentar una nueva semana de trabajo, un viejo capo mafioso exhalaba su último aliento.
 Era Lafcadio Santino, cabeza de la familia Santino, quien fallecía por causas naturales en su mansión de Blue Island.
 La familia Santino sufría así un grave golpe porque al fallecer el capo, el control de la familia recaía en manos del cínico heredero que quedaba, el hijo menor, Frank.
 Frank era sanguinario y lograba las cosas a la fuerza, y eso no eran ninguna ventaja para alguien que tenía ahora la responsabilidad de liderar una familia.
 En manos de Frank, la familia Santino corría el riesgo de ser destruida por familias más poderosas como los Gilardino, o los Ferrero del Northwest.

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 Información que nos alegraría mucho a Michael, Simon y a mí. Pero todavía no la sabíamos.
 -Muchacho, tenemos una proposición que hacerte- dejé que Simon hablara, ya que era un hombre de mucha experiencia y conocía cómo funcionaba este mundo mucho mejor que yo. Yo mientras preparaba café y Michael de vez en cuando me coqueteaba pícaramente, ignorando la seria conversación que Simon le exponía –Pero presten atención, chicos- nos regañó al fin con una sonrisa.
 -Es cierto Mike, escucha a Simon- le dije yo disimulando el flirteo.
 -Muy bien- acordó este, acomodándose en su silla para dirigirse a Simon como un muchacho grande y responsable, y creo que solo yo me daba cuenta que Michael no siempre era tan responsable- Eres uno de los matones de Frank, también se que ni tú ni él tuvieron que ver con la masacre del “Club 30´s”. Pero los Santino se adueñaron del club que era de mi padre ¿Cómo explicas eso?-
 -Y es hora de aclarar eso- explicaba Simon – Fueron los Gilardino quienes robaron el club a tus padres. Yo supongo que ya Scarlet te explicó quién estuvo detrás de todo en realidad, pero que no tuvo las agallas de ejecutar las acciones con sus propias manos. Lo que pasó con el club después es otra cosa-
 Michael asintió con pesar, no le gustaba recordar eso porque lo encendía de ira.
 -Y yo tengo evidencias para delatar a los Gilardino y a los Santino- soltó Simon bajando la voz, luego me miró a mí fijamente –El Sábado mismo después de hablar contigo logré conseguir el contacto, un hombre clave, Scarlet, pero esa información no podía enviártela-
 -¡Claro, por eso no recibí ninguna nota tuya!- exclamé y Simon asintió.
 -No entiendo qué hacen ustedes- al fin intervino Michael con educación, porque estaba aún muy confundido –Ni sé qué le haces hacer a Scarlet- y miró severamente a Simon, otra vez.
 -Scarlet es un arma secreta- dijo este con mucha tranquilidad.
 -¿Cómo?- musitó Michael –Eso es muy peligroso, has puesto su vida en riesgo todo el tiempo- y aquel aristocrático tono  recriminatorio ponía el ambiente tenso otra vez.
 -Michael, yo busqué esto- le aclaraba con voz entristecida –Era la manera de que tenía para lograr mi venganza- Terminé de colar el café y lo llevé hacia la sala donde estaban sentados, en tres grandes tazas de color azul. Encontré a Michael con la  expresión muy consternada pero él igualmente actuaba muy calmadamente.
 Eran ya las siete y treinta de la mañana.
 -Nosotros ayudamos a que ella entrara al Break O´Dawn sin levantar sospechas y pudiera acercarse a Antonio sin que él supiera nunca quién era ella- proseguía Simon.
 -¿Ustedes?-
 -Bueno, es que ahora solo quedamos Scarlet y yo- replicó sonando lúgubremente.
 Michael entendía muy bien todo y sabía muy bien qué era lo que pasaba, pero su amor por Scarlet lo hacía preocuparse y molestarse con todo aquello.
 -Las cosas han sido mucho más difíciles de lo que esperábamos… pero Scarlet nos ha provisto de mucha información útil y que ha logrado que saquemos del camino a gente importante para ellos. Sin embargo, el hombre sigue vivo y en cinco años no pudimos….
 -Y menos mal que no lo hizo- al fin Michael hablaba objetivamente, poniendo de lado sus emociones –Si tú sola hubieras matado a ese Antonio...- se dirigió a mí con una leve expresión de temor en sus ojos- Te hubieran agarrado inmediatamente y… Scarlet… te hubieran hecho algo terrible y no hubiera sido ninguna venganza para tu madre, sino un triunfo para ellos- Michael se paró de su silla para pasearse por la sala –Era un plan bueno el de ustedes, pero Scarlet no podía ser quien ejecutara la acción, sin embargo entiendo que era la única persona que podía hacerlo- suspiró.
 Los tres nos miramos impotentes.
 -Entonces ¿Te nos unes, Michael?- propuso Simon al fin.
 Michael sonrió plenamente y era en esos momentos en que Michael Jackson parecía un niño, porque en realidad no se tomaba nada de es tan  en serio, aquella sonrisa era juguetona y tierna:
 -Acepto- canturreó. Pero no pasó mucho para que su sonrisa y entusiasmo se desvanecieran –Pero las cosas no están nada fáciles, es gente muy poderosa, los he estado observando- tomó aire –Muy poderosa-
 -Entonces, como ves, Scarlet y yo nos hemos estado pasando información a lo largo de estos cinco años. Conocemos muchas de las mañas de Antonio y su familia, y también de las otras familias- Simon tomaba su café con expresión sombría.
 -Pero ese juego casi le cuesta la vida- Michael dejó de mirar a Simon y otra vez posó sus negros ojos sobre mí –Y eso me cuesta aceptarlo, lo siento, pero me importas mucho-
 -No creas que no se lo advertimos- atajó Simon enseguida. Michael sabía que era verdad, por eso me reprochaba con la mirada.
 -Sabiendo que esto se paga con la muerte- de nuevo rezongaba tercamente y dando vueltas por la sala- Scarlet… siempre me pregunté por qué te metiste con la mafia tan directamente. Yo sabía que tú no pertenecías a ese lugar-
 -Tal vez por las mismas razones que tú, Michael- repliqué evasivamente sin despegar la mirada de mi taza de café. Michael aceptó aquella replica sin chistar.
 -Tienes razón, no tengo en realidad por qué reprocharte nada- concluyó al fin con tono melancólico y se acercó a mí.
 Su cálida mano se posó con ternura sobre mi mano herida. Luego tocó mi rostro golpeado como queriendo borrar los moretones y mi dolor con sus dedos, y muy suave me susurró:
 -Yo lo haré pagar, Scarlet… Antonio lo pagará y muy caro-
 Me rendí ante sus brazos y mis mejillas llenas de lágrimas humedecieron su cuello;  Michael me acogió con cariño y comprensión pero a Simon le lanzó otra mirada de reproche.
 -¿Cómo pudiste dejarla ahí en ese lugar?- Michael no era un hombre agresivo, las cosas las hablaba con mucho tacto, pero en esos momentos esa suavidad con la que se expresaba resultaba muy atemorizante. Y cuando ya no era tímido, hablaba muy elocuentemente.
 Yo ya empezaba a pensar en él como “mi gentil criminal”.
 -Lo siento, lo siento mucho. Debí sacar a Scarlet de allí hace tiempo…- Simon estaba muy avergonzado. Él era todo lo contrario a Michael, era rudo y de trato fuerte- lo que lo había salvado muchas veces en el duro mundo de la mafia- pero adentro era un buen hombre y de muchos sentimientos que no exteriorizaba.
 -Michael, por favor, ya te expliqué- nuevamente yo intervenía, porque las cosas no eran así blanco y negro. Él volvió a mirarme con ternura y me apretó fuerte contra su pecho, haciendo que recostara mi rostro sobre su hombro otra vez.
 En eso suena el teléfono.
 -Que no se nos olvide que yo trabajo para ellos- Simon se dispuso a parase de la silla con fastidio pues tenía que irse al trabajo –Me encantaría quedarme con ustedes-
 Simon atendió el teléfono, asuntos de trabajo, y luego iría a vestirse para salir, cargando muy bien su pistolera con dos armas.
 -Debes quedarte aquí, supongo- dijo Michael- Pero tenemos mucho que planear. Me encantaría que me hablaras de ti-
 Simon ya estaba listo con su acostumbrado traje negro:
 -No deben salir, nadie sabe que están aquí. Michael, será mejor que sólo salgas de noche- sugería –Para irte debes hacerlo cuando oscurezca. Y esperen que yo traeré todas las noticias-
 -¿Es prudente que nos llames por teléfono?- pregunté.
 -No, de ninguna manera. No saben quién pueda estar llamando. Podría ser otra persona-
 -No te preocupes, Simon. Yo he pasado casi toda mi vida ocultándome- suspiró Michael acercándose a la ventana para cerrar las cortinas.
 Simon se despidió con un ademán y cerró la puerta. Acto seguido yo le pasé la llave.
 -Es la primera vez que estoy en una casa- le comenté a Michael paseando la mirada por el lugar en penumbras. Michael arregló un poco más la cortina para que entrara más luz –Mi madre y yo vivíamos en un cuarto muy cerca del “Club 30´s”. Allí entró ese monstruo una noche…-
 -Scarlet, no es el momento- Michael me tomó de la mano y nos sentamos en el sofá. Cada contacto nos hacía estremecer.
 -Sin ella a los quince años ¿Yo que podía hacer?- lloré sin vergüenza, porque ya no me aguantaría las lágrimas que debía derramar, con Michael podía abrir mi corazón al fin.
 -Lo mismo que tuve que hacer yo- me confortaba pero no podía esconder la ira que sentía.
 -Simon estaba en una banda en aquel entonces, ya sabes, trabajaban para los Gilardino y todos esos. Pero me acogieron y vivimos en las calles, por allí, pero gracias a su dinero mi vida no fue tan terrible ¿Y tú qué hiciste?-
 -Yo tuve que volver a Georgia por un tiempo, aunque allá solamente tenía las calles, al menos me escapaba de la muerte. Un extorsionador de la Mano Negra me puso las cosas difíciles, no me quedó más que ser pandillero. Bueno, ya tu sabes como es esto también- A Michael le ayudaba mucho hablar conmigo y de hecho me lo dijo- Me hace bien hablar de esto contigo, nunca lo había hablado con nadie. Contigo me siento mejor…-
 -Lo sé- le sonreí y respiré profundamente. Michael y yo nos amábamos pero estábamos en una casa ajena y los dos éramos personas íntegras y muy decentes. Michael había recibido una educación muy formal y eso se le veía en todas sus maneras, además que los dos recibimos una fuerte educación Católica. Nuestra actitud ahora que no estaba Simon era completamente reservada, aunque Michael se puso nervioso, tal vez presintiendo mis pensamientos, pero no importaba lo mucho que me deseara como hombre, él era muy íntegro.
 No haría ningún tipo de sugerencia. Y yo me enorgullecía de haber sobrevivido a la vida nocturna conservando mis principios intactos, y tal vez por eso estaba viva allí, frente a un hombre maravilloso.
 -¿Sabes cocinar?- le pregunté por casualidad, la verdad ni lo pensé..
 -Sí, claro- se animó él.
 -No te imaginas el deseo que tengo de hacer mis propias cosas, mi comida y eso- me paré del sofá y di una vuelta, como una niña.
 Michael se rió.
 El apartamento de Simon era sencillo, pero allí yo me sentía libre y eso lo hacía mucho mejor que el prestigioso Break O´Dawn.
 -Necesito cambiarme esta ropa- volví a mi realidad, si por un momento me sentí mejor, fue solo una ilusión –¡Mírame Michael… mírame manchada con su sangre!-
 -Yo sé qué puedes hacer- Michael intervino enseguida- Allá en el baño hay un calentador, debes lavar tu ropa y colocarla allí para que se seque. Así he hecho yo muchas veces- me sonrió levemente- No sigas más con esa ropa puesta así, Scarlet, vamos, tómate todo el tiempo que quieras- Michael se quitó la chaqueta y la colocó sobre un perchero.
 Y tenía razón, con una desesperación renovada me fui al baño a quitarme esa terrible ropa. Lavé el vestido con rabia -aunque lo más probable era que lo botara, pero por ahora no tenía otra cosa que ponerme- y me metí en la ducha. Siempre cuidando de no perturbar el baño de Simon.
 Michael se había sentado en el sofá sin zapatos y se quedó dormido, al fin vencido por el cansancio.
 Antes de una hora ya estaba seco mi vestido y yo muy refrescada y renovada. La herida de mi mano ya estaba mejor gracias a los medicamentos- Eso era porque Simon tenía todo un hospital en aquel baño, gajes del oficio.
 Michael seguía dormido cuando salí, su respiración era muy suave y su rostro estaba más apacible que nunca. Lo dejé descansar y fui a la pequeña y cogedora cocina para buscar algo útil que hacer por los que me han ayudado. Cocinaría, porque ahora empezaba una vida por mí y para mí misma.

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 Antes de dormirse, el criminal de blanco observó a su amada marcharse al baño y pensaba cómo era posible que existiera gente capaz de maltratar a las personas así como Antonio había hecho con ella, con su madre y también sus propios padres. La rabia que sentía y la impotencia eran enormes. Pero ahora en ese momento, estaba muy orgulloso de ser un criminal, de ser lo que era.
 Su Walther la tenía allí en la pistolera, y con gente como Antonio, solo una pistola era el trato que se merecía. El criminal de blanco tenía ahora una razón para vivir y agradecía tener esa habilidad que tenía para acechar y para matar porque ahora eso era necesario, estaba allí para proteger a la mujer que amaba, quien lo necesitaba más que nadie.
 El enemigo era muy fuerte pero él ya no estaba solo, y tenía lo más importante que era el amor.
 No tardó mucho en dormirse con completa paz.

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