jueves, 13 de enero de 2011

Capítulo IV

 Siempre agradecía más que nada llegar a la intimidad de mi habitación, en el piso catorce del Break O´Dawn, sola, encerrada en mi propio mundo.
 Antonio era un hombre demasiado astuto y todas las noches me preguntaba si no sospechaba nada, si no sabía algo. Él siempre me repetía que yo tenía algo especial, que yo “le recordaba a alguien”.
 Bien sabía yo a quien le recordaba, y así las lágrimas bañaron mi rostro. Pero me las sequé enseguida y guardé con celo la tarjetica.
 La habitación daba a la calle, a la ciudad, y como vivía allí, tenía de todo para remediármelas sin salir y además, una gran vista a los edificios iluminados y las amplias avenidas; no podía salir mucho debido a mi fama, pero a veces tenía que  hacerlo y mañana lo haría. Saldría a la ciudad, acompañada por Phillis y a Raphael, que eran parte de mis músicos pero que hacían a veces de guardaespaldas.
 Cuando me acosté a dormir, lo hice pensando en el hombre tan elegante, atractivo y diferente que había visto esa noche. No creía en el amor a primera vista para nada, y empezaba a dejar de creer en el amor en general, pero ahora dudaba, porque el misterioso joven me hacía sentir algo muy extraño.
 Me parecía que había un déjà vu en nuestro encuentro platónico, como si hubiésemos estado unidos de alguna manera en el pasado. Sentía como una sensación a hogar cuando pensaba en él.
 De repente me recordó al dueño del “Club 30´s”, porque era Afro Americano, pero más nada. Supuse que de allí vendría la conexión. De alguna manera mi caballero de blanco me recordaba el viejo “Club 30´s”
 Y esa cálida sensación me arrullaba hasta que poco a poco fui quedándome dormida.

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 El día siguiente amaneció lluvioso y monótono, como si la rutilante noche en el casino nunca hubiera pasado. Las calles frías recobraban el rutinario trajinar de los miles de habitantes que luchaban día a día por llevar el pan a sus hogares, gente honesta que se perdía en una multitud monocromática. Vida ajena a mí completamente pero que veía pasar todas las mañanas frente a mi ventana.
 Una joven mujer que salía de un hotel destacaba por su colorido abrigo y centellante cartera: era yo, que, acompañada por Phillis y Raphael, me escapaba por un rato de la mirada de mis vigilantes compañeros del casino y aprovechaba las horas más tempranas para visitar la ciudad.
 Tomamos un taxi que nos llevó a los suburbios, a una concurrida esquina donde había una famosa tienda de muebles. Pero yo no iba exactamente a la tienda de muebles, cuando el taxi se perdió de vista me acerqué a una cabina telefónica que ocupaba la esquina de la acera y por donde se paraba el tranvía.
 Mis dos guardaespaldas me esperaron a una distancia prudencial para respetar mi privacidad. Phillis y Raphael eran buenos amigos, y tocaban las trompetas, por cierto, y siempre me acompañaban porque sabían muy bien lo difícil que era para mí la vida como estrella de tan prestigioso lugar.
 -¿Dónde nos vemos?- dije en voz baja a mi interlocutor- Si, OK, a las 9:30 am, en frente del Sandy´s- y colgué. Faltaba media hora para mi cita así que con calma nos llegamos a pie hasta allá. No era muy lejos.
 Yo y mis dos guardaespaldas aguardamos en la calle muy disimuladamente, hacía frío así que mi abrigo me cubría hasta la cabeza. Nadie podía reconocerme, en realidad una cantante de night clubs sin el glamoroso maquillaje y con ropa corriente, pasaba desapercibida. Además llevaba enormes y muy modernos lentes oscuros.
 A las nueve y media en punto llegó un coche negro a la esquina del Sandy´s y reconocí a sus ocupantes.
 -Estaré aquí en media hora, chicos- le dije alegremente a Phillis y Raphael y ellos me miraron con recelo –Los conozco, son amigos. Me traerán aquí otra vez-
 Mis dos guardaespaldas entonces se irían por ahí para luego regresar.
 Yo me monté en el carro y arrancamos dirección al sur, pasando por las orillas del lago cubierto de bruma por el frío y la lluvia. Rara vez paseaba por la ciudad así.
 No muy lejos el auto estacionó a la sombra de un puente abandonado y allí mismo me esperaba Simon Pileo.
 -Hola querido- salí del coche y él me recibió con un beso en la mano muy cálido.
 Simon Pileo era Italiano de nacimiento, de Sicilia, todavía lucía lo joven y atractivo que fue durante sus veintes. Nos conocimos en las calles y nos ayudábamos mutuamente en este mundo tan peligroso. Simon era mi informante.
 Entramos al coche y sus dos amigos salieron a vigilar los alrededores.
 -Frank estuvo anoche en el casino- le conté- de hecho fue una noche particular en el casino. No le conté más, por supuesto- Estaba allí de lo más fresco, lo del hermano no le ha importado nada-
 -Claro que no, ese hombre es el caporegime de los Santino en Chicago, de los más terribles que haya visto y andaba en guerra con su hermano- rasguñó él- Ten cuidado, Scarlet-
 -Ya una vez me deshice de él, no le tengo miedo. Solo quiero vigilarlo, saber qué hace-
 -Le saca los ojos a sus víctimas, Scarlet, y las deja morir por días- me advertía Simon –Así es Frank Santino- hizo una pausa y yo sentí un escalofrío.
 -¿Tuvo él algo que ver con lo de Alba Guetto también?-
 -No lo creo… Tú ¿Sabes cómo murieron Alba y los niños?-
 -No quiero saberlo- dije con náuseas, luego adquirí un tono de angustia en mi voz –Pero no eres tú quien debe advertirme ¡Ten cuidado Simon! Tú trabajas para él-
 -Me sé manejar, trabajo para todos- él evitó mi mirada -… y estuve con él en algunos de sus crímenes, por eso confía todavía en mí. Yo he sido su cómplice y mira en lo que me volví, un sicario más al mejor postor- se lamentó- Y traicioné a Antonio Gilardino, Scarlet, tampoco deberías acercarte a mí-
 -No, no tengo a nadie en este mundo- susurré y luego agregué –Ni lo tendré-
 El hizo silencio luego volvió a decirme lo mismo:
 -Ten cuidado, no te olvides de Annie- Y ese nombre nos produjo escalofríos a los dos, aún más que el mismo Antonio; ella era nada menos que la esposa de Gilardino, Annie Gilardino, mitad Italiana, mitad Neoyorkina, una mujer más mala que el diablo, eso decían- Esa mujer es muy peligrosa, se dice que ha mandado matar a todas las amantes de su honorable esposo-
 Aquello me recordó la primera noche en que la vi en el casino, hace unos años, era hermosa sin duda, y mucho más joven que su esposo. Lo que llevaba a suponer que se había casado con el magnate solo por su poder. Era un prejuicio, claro, pero yo era capaz de creerlo, podía presentir en el rostro de las personas lo que eran y en Annie vi algo que no me dio confianza. Ella ahora tenía treinta y cinco años y Antonio cincuenta y tres. 

 Una mujer así solo se mezclaba con un hombre como Antonio por interés y se aguantaba todas sus infidelidades por algo aún mayor; y no me gustaba para nada la idea de que sospechara que Antonio trataba de seducirme. Sin duda que Simon tenía razón.
 -Si estás de buenas con Antonio lo tienes todo, él lo manipula todo y compra a todo el mundo. Eso estoy tratando hacer, mantenerme de buenas con él- suspiré tristemente –Y ya sabes por qué-.
 -No subestimes a Annie, ella también lo puede todo. No lo olvides-
 Los dos nos quedamos callados.
 -De todas maneras no puedes hacer esto sola, Scarlet, te lo advierto de una vez- habló Simon con dureza –Yo no puedo ayudarte más, y muerto mucho menos podría- miró a sus dos guardaespaldas que fumaban tranquilamente parados frente al río- Y nos hemos quedado solos -añadió echándole un vistazo a sus dos hombres. Necesitas a alguien más, alguien que no esté involucrado como nosotros, que tenga experiencia y sea capaz de hacer este tipo de trabajos… la verdad, necesitas a un asesino perfecto-
 Me quedé pensativa, estaba atrapada en un callejón sin salida.
 -Debo irme, hablaremos luego- dije.
 Él me miró y yo estaba completamente vulnerable, acepté su beso.
 Pero yo no podía amarlo, yo no podía amar a nadie, no creía en el amor. Pero Simon era amable y guapo, me gustó su beso.
 A las diez en punto estaba de regreso en la esquina del Sandy´s y allí estaban Phillis y Raphael esperándome. Ya parada sobre la acera me quedé mirando el coche negro de Simon perderse por entre las traficadas calles.
 -Un asesino perfecto- me repetía -¿Dónde conseguiré yo algo semejante?-

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