lunes, 17 de enero de 2011

Capítulo XI

 Simon se apareció al medio día casi y menos mal, yo ya no aguantaba la expectativa. Me encontraba preparando el almuerzo mientras Michael seguía en la sala. Los dos nos sentíamos como dos adolescentes nerviosos.
 El aroma a comida inundó todo el apartamento, y cuando Simon llegó no pudo evitar exclamar con la boca hecha agua:
 -¡Oh cielos! Ya había olvidado lo que es tener a una mujer en la casa ¿Verdad Michael?- jugueteó.
 -Ni te lo imaginas- sonrió tímidamente el aludido, quien recordó todos sus años de soledad tanto en las calles de Georgia como en el pequeño apartamento del barrio bajo donde vivía ahora… Sin duda que él sabía lo mucho que extrañaba a Scarlet allí.
 -Tenía que venir lo más pronto posible- el juego solo fue momentáneo, Simon iba al grano sin perder tiempo y puso el periódico del día sobre la mesa.
 Ojeé el periódico enseguida y no encontré más que mentiras sobre mí y nada sobre lo ocurrido.
 -Falleció Lafcadio Santino…- le informó Simon a Michael con expresión grave, sabiendo lo que Lafcadio significaba dentro de su venganza- Anoche. Por supuesto, no se sabe la causa de su muerte, esos bandidos solo dicen que fueron causas naturales. Al parecer el corazón al fin le jugó una mala pasada al viejo zorro ¿Saben lo que eso significa?-
 -Eso en este momento es algo bastante malo para nuestros queridos amigos ¿No es así?- reí yo.
 -Muy malo, querida, la familia está debilitada. Apuesto a que los Gilardino van a aprovecharse de eso- agregó Simon.
 -Van a matar a Frank- sonrió fríamente Michael.
 -Hujú- asintió Simon con complicidad –Así es, eso es lo más probable. Lo que añade un condimento extra a tu situación, Scarlet, porque ahora Antonio y Annie tienen algo más de qué ocuparse, de nuestro querido amiguito Frank-
 -Vaya…- ciertamente la noticia era buena, pero yo no podía entusiasmarme del todo. Tiré el periódico y me fui para continuar el almuerzo – Y pensar que ése se la pasaba peleando la herencia con el hermano- y miré a Michael quien desde la sala me guiño el ojo –O sea con Joe ¿No era así?-
 -Si, eso decían, se peleaban por el Flamingo y aquellas rencillas de familia- me aclaró Simon, y luego tomó aire para continuar con algo más serio- Antonio perdió un ojo- me informó –Y al parecer también le quedarán algunas cicatrices en la cara-
 -Al fin la carne reflejará un poco la maldad interior- comentó Michael – Hiciste un buen trabajo, Scarlet- me guiñó el ojo otra vez, porque aunque lo negara, a él le gustaba que fuera una mujer que se hacía respetar. Trató de disimular la seducción ojeando el periódico que yo había dejado tirado sobre la mesa –Y entonces ese Lafcadio, él sí…-
 -Sí, Michael. Mira, los Santino en aquel entonces, los Guetto y los Gilardino fueron quienes asesinaron a los Jackson del “Club 30´s”. Antonio y John extorsionaban a tu padre, cuando el club empezó a hacer mucho dinero entonces la mafia de Chicago quiso apoderarse de el, y los tributos que pagaba tu padre no les eran suficientes. Lafcadio se les unió y así todos esos mafiosos la agarraron con tu familia... y bueno... ya sabes-
 Y sí que lo sabía, a Michael todas aquellas revelaciones le eran muy dolorosas, yo escuchaba en silencio y me enfocaba en la comida para no intervenir, porque él debía saberlo todo.
 -Antonio era el jefe, él lo planeó todo. Pero después fue Lafcadio quien lo traicionó y se quedó con el “Club 30´s” ¿Entiendes ahora, Michael? Ésa es la historia-
 -Hubo una guerra en el bajo mundo, los Santino y los Gilardino rompieron relaciones desde entonces y los pandilleros se separaron en familias aparte – agregué yo al fin porque ya me conocía esa parte de la historia –Aunque de vez en cuando se asociaban para algunas cosas… Sin embargo John Guetto y Joe fueron siempre enemigos mortales… ya sabemos lo que pasó-
 -Así son de inestables los bajos mundos- murmuró Michael con desprecio.
 -Bien, pero eso es pasado- enfatizó Simon –Y éste es nuestro ahora- añadió hurgando su chaqueta para sacar algo del bolsillo –Scarlet, mira, esto es tuyo. La compré hoy-
 Miré la tarjeta que me había entregado y al principio no entendí, pero luego me di cuenta.
 -Una licencia de porte de armas- adiviné-¿Para Adela Pileo?- miré a Simon con gracia- ¿Adela? ¿No se  te ocurrió un nombre mejor?-
 -Ahora eres mi hermana ¿Qué tal?- rió él- Durante esta semana consigo el resto de la documentación para respaldar esa licencia, tu ID y eso-
 Michael también se rió del nombre.
 -Pero nunca me habías conseguido una licencia de armas-
 -Porque estabas en el Break O´Dawn, no podías tener un arma allá. Ahora puedes aprender y llevar una-
 -Una Tokarev TT30- observé el tipo de pistola que llevaría.
 -Excelente- apoyó Michael esta vez, contrario a sus opiniones con respecto a Simon inmiscuyéndome en todos estos asuntos tan directamente –Yo puedo entrenarte… pero, solo para que lleves un arma solo para que puedas defenderte. No quiero que mates, no, eso no lo quiero para ti- aclaró y en su mirada había tristeza.
 Yo asentí sin decir más nada.
 -No te preocupes. Y por lo de Adela Pileo, eso es sólo un respaldo por si alguna vez te piden documentos. El arma me la entregarán luego. Yo tengo algunas pistolas aquí… – decía Simon – pero la registrada es otra-
 La comida estaba lista ya y Simon no pudo evitar comentar otra vez:
 -Huele delicioso el apartamento-
 Tanto Simon como Michael parecían hambrientos y yo me imaginaba por qué, ambos habían pasado largo tiempo viviendo solos, sabrá Dios que tal sería la comida que se preparaban entonces.
 Muy a gusto se sentaron en la pequeña mesa que había en la cocina, que de paso, estaba más limpia y ordenada que anoche. De repente Michael se levanta otra vez y pone él la mesa. Sonreí ante tal gesto cortés, ya me había contado que él cocinaba y que no era ningún inútil o arrogante en la cocina. Enseguida Simon también se paró a ayudar, tal vez un poco avergonzado de no ser tan atento como Michael, pero Michael le dijo que no hacía falta puesto que él haría todo.
 Yo le hice un gesto a Simon y él se encogió de hombros.
 Mientras servía el almuerzo, Simon frunció el entrecejo y adquirió una expresión muy seria como si se hubiera acordado de algo muy desagradable:
 -No sé cómo saldremos de esta, no es un juego; sino tenemos un buen plan, acabarán con nosotros en un dos por tres- masculló.
 Michael se sentó en la mesa también atribulado por ese comentario.
 -Lo primero que haré es teñirme el cabellos de negro- dije –Así pareceré más tu hermana, Simon, y me ayudará a que no me reconozcan. Sin el maquillaje ni nada de eso, será difícil reconocerme…- y un vacío me invadió el estómago –La verdad es que ahora no sé a dónde se fue toda mi carrera musical, mi fama, mi vida…- me embargó, inevitablemente, una oleada de tristeza - ¿Han visto lo que dicen los periódicos? Scarlet Jones está destruída-
 -Scarlet, de eso nos preocuparemos después, créeme- dijo Simon con una leve sonrisa, tratando de no dar todo por perdido. Pero los tres sabíamos que así era.
 -Y te ves mucho mejor fuera del personaje nocturno de los escenarios, y sin maquillaje- agregó Michael mirándome con esos ojos penetrantes. Aquel comentario me hizo sonrojar.
 -Y tú, amigo- Simon se dirigió ahora a Michael- Debes cambiar y no usar más trajes blancos. Ya saben que vistes así-
 -Sí, eso pensé- reconoció Michael y yo me pregunté por qué él se vestía siempre de blanco. Se lo preguntaría cuando tuviera la oportunidad.
 -Lo de Lafcadio nos cayó del cielo- yo me sentía agradecida por eso. Ahora estábamos los tres sentados en la mesita- Eso ocupará mucho a ese bastardo de Antonio. Y eso nos da tiempo de planear algo- y mi voz adquirió un tono cruel- Antonio debe pagar, por mi madre… y por Clarissa-
 Simon me miró con un poco de temor pero Michael en cambio, me miró complacido. Mis ojos destellaban sed de venganza.

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 Y en efecto, las cosas no iban nada bien para Frank Santino. Esa misma noche del Lunes fue citado por los Gilardino a una reunión en el casino ¿Y cómo rayos podía Antonio continuar trabajando después de heridas tan graves sufridas apenas un día antes? Nadie sabía, pero Antonio estaría allí, con una sangrante cuenca izquierda, cubierta por una venda, y heridas abiertas en su rostro. Allí estaría con un aspecto aún más amenazante que de costumbre.

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 Esa tarde Michael se iría al igual que Simon, y yo me quedaría sola en el apartamento hasta la noche, cambiando mi apariencia. Nueva ropa me traería Simon, más noticias y, esperábamos que también un plan.
 Michael debía regresar después de caer la noche, así como se lo sugerimos.
 Antes de irse y traspasando por la ventana los últimos rayos de sol del día, Michael, con la mirada perdida, observaba otra vez el cementerio que apenas se veía a lo lejos, a través de una rendija entre las cortinas.
 -Nos veremos más tarde- animé yo. Él permanecía inexpresivo y sin despegar la vista de la ventana –Y con un nuevo traje. Michael ¿Por qué te vistes siempre de blanco?-
 -Porque siempre me dijeron que yo no era digno de llevar ropas blancas. Porque era un color “muy limpio” para mí- me respondió con suavidad, pero se podía notar un resentimiento en su voz muy marcado. Al fin desvió la mirada de la fría ventana para ver mi melancolía–Tú sabes lo que me pasará si me atrapa la policía, Scarlet, si alguien me atrapa- y notó cómo se me humedecían los ojos –Yo no soy un hombre normal-
 -Y yo no soy una mujer normal- atajé yo, pero él no entendió y yo aunque quería explicarle, no lo hice.
 -Soy un asesino y no quiero que tú lo seas también- musitó- Te enseñaré a manejar el arma y a defenderte, porque lo que viene ahora es aún más peligroso… pero no quiero que te conviertas en una asesina-
 -Yo ya soy una asesina, mucha gente murió ya por culpa mía-
 -No, Scarlet, no eres una asesina. Y por eso no mataste a Antonio en todos esos años que estuviste en el Break O´Dawn. Estás limpia, no sabes lo que es esto y por eso tienes salvación-
 -Tú también la tienes, Michael- rebatí dolida.
 -Tienes que ser fuerte, yo no puedo asegurarte eso- Michael estaba siendo duro conmigo, pero no me estaba diciendo nada que yo ya no supiera y además, sabía que aquello le dolía más a él que a mí –Y no me arrepiento, estoy aquí ahora para protegerte a ti, y que no te ocurra lo que puede ocurrirme a mí-
 -Michael…no digas esas cosas-
 Me quedé en silencio mientras él se apartaba de la ventana y se acercaba a mí, sus ojos enrojecidos indicaban que había llorado.
 -Ése es mi trabajo y mi alma ya está condenada- me tomó de la mano y su calidez confortó mi fría piel.
 -Tú le has hecho un favor al mundo, Mike, eliminando a toda esa escoria… Y para mí, tú eres mi gentil criminal, y así te quiero- cerré los ojos y las lágrimas se escurrieron por mis mejillas, pero luego sonreí –Y no me digas que no te parece seductor, que yo sea tan letal como tú. No creas que no he notado tus miradas- apreté su mano- Que yo sea una mujer peligrosa-
 -Increíblemente seductor- y una sonrisa traidora se dibujó en su rostro dulce, apartando de allí la melancolía, porque no podía ocultar el placer –Que seas fuerte, y peligrosa. Todo esto es muy seductor. Pero tú eres sagrada para mí, y no me importa que tan seductor sea, no quiero que cometas los mismos errores que yo…aunque se que algunas cosas ya son inevitables-
 -Michael- suspiré- Estamos juntos en esto, tú y yo tenemos el mismo camino, y ninguno de los dos lo planeó así, fue el destino-
 Los dos nos miramos y el dolor se disipó, porque no importaba ya nada, estábamos unidos, y su camino sería el mío así como el mío sería el suyo.
 Agradecido me besó y sin perder tiempo se fue. Me quedé mirando por la ventana esperando ver a mi gentil criminal marcharse. Pero no lo vi, Michael se escurrió por algún otro lugar, así que la calle permaneció vacía como siempre.

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 Esa tarde a eso de las tres, cinco coches patrulla se presentaron frente a la mansión Gilardino en Round Lake Beach. El portero, un robusto hombre de cuarenta y ocho años, discutía acaloradamente con los detectives que pretendían entrar a la propiedad sin permiso.
 -Usted no puede negar al paso a la policía, amigo, va contra la ley- replicaba el teniente Thompson.
 -No nuestra ley- respondía altanero el portero.
 Enfurecido por esto, Ian McCluskey se baja del coche luciendo muy abiertamente su pistolera. Fue cuando el portero recibe un llamado en su caseta.
 -Escuchen, espérense un momento- calmó el hombre y fue a atender.
 Después de un breve momento en la caseta, el portero regresa hasta el portón:
 -¿Detective McCluskey?- al ver el hombre que McCluskey asentía continúa:- La señora desea verlo, a solas-
 El primer coche pudo entrar, cruzando el empedrado sendero de entrada flanqueado por frondosos cipreses, que lucían muy verdes bajo el tenue sol que reinaba sobre la ciudad esa tarde. Aquella propiedad tenía una vista privilegiada hacia el lago Michigan.
 La señora Gilardino accedió atender al detective solamente porque su marido no se encontraba en casa- permanecía en el hospital convaleciente de sus heridas- y porque aún le quedaba algo de consideración por los favores que les hizo en el pasado y por los momentos que pasaron juntos. Ella no sabía que ahora él pensaba de otra manera.
 El detective llegó acompañado por Thompson y otro policía más, quienes se quedaron en el coche mientras él era conducido a la sala por un mayordomo.
 -No le diré a mi marido sobre esto, Ian- fue lo primero que le dijo Annie, quien estaba sentada frente a un gran piano de cola de color perlado. Nadie sabía hasta ahora que Antonio había sido herido la noche pasada, eso no debía saberse- Porque se molestaría mucho-
 -Hace poco fueron encontrados los cuerpos de Phillis Isaacs y Raphael Bonaducce, Annie, ambos músicos de Scarlet Jones, quien de paso se encuentra desaparecida desde anoche. Esos hombres fueron ahorcados con…valga decir, cuerdas de piano, dentro de un Plymouth- habló McCluskey malhumorado -¿No te parece que ya las cosas se pasaron de la raya?-
 -Bueno, hay que atrapar a ese misterioso criminal que anda suelto- dijo ella con tranquilidad.
 -No querida, no fue él. Esto es distinto, el modus operandi es ya bastante conocido aquí. Y sabes a qué me refiero- dijo severamente.
 -Amor, será que no te has enterado que esa mujerzuela andaba robándole al casino, y por eso huyó anoche, con una gran fortuna en su haber, y esos dos tipos eran sus cómplices. Lo que pasó fue un ajuste de cuentas, justicia- sonó ella divertida.
 McCluskey se mordió la lengua de la rabia, no solo le estaba confirmando que ellos mataron a esos hombres, sino que sabía que todo lo demás era mentira, pero nada podía hacer. Decir una palabra a favor de Scarlet Jones desencadenaría los celos de Annie. Y su situación ante ella ya era bastante difícil como para empeorarla.
 -¿Qué está pasando, Annie?- fue lo único que le ocurrió decir.
 -Una guerra, querido, y te aconsejo, porque aún te estimo, amor, que no te inmiscuyas en esto- dijo ella fingiendo compasión. O tal vez no fingía tanto y en verdad sentía mucha lástima por él.
 El hombre suspiró impotente, mientras aquella gente siguiera dueña de aquel poder, la policía sería un títere en sus manos.
 -No son todopoderosos- él sonrió – No son inmortales. Y porque aún te estimo, te advierto que hay un peligro extra allá afuera y quisiera ayudar a aclarar quien, o qué es lo que anda pisándoles los talones, porque no es un secreto que…-
 Annie se paró como un resorte de la silla del piano y se puso frente a frente con el detective:
 -¿Qué nos están retando? ¿Es eso, Ian?- al contrario de lo que parecía, ella no habló agresivamente -¿Qué nuestro enemigos hacen tambalear la seguridad de la familia?-
 -Ni siquiera saben quien es ése enemigo –bufó él apartándose de ella –Un enemigo que también lo es de los Santino. Entonces, ¿Lo saben? No, no lo saben- se paseó por toda la sala y luego regresó hacia Annie –Y por si no te has dado cuenta, eso precisamente es lo que estoy tratando de averiguar. Pero si lo único que tengo son mentiras de todo el mundo, no podré ayudarte en esa investigación, no podré averiguar quién es el de la supuesta venganza, si es que hay una venganza. Pero ustedes hacen lo que quieren. Yo, como siempre, no mezclaré a la policía en esto…- mintió él- y me apartaré y cerraré los ojos ante todo-
 Annie estaba completamente inexpresiva, nadie podía saber qué pasaba por su mente, y no se habló más, con un gesto cortés el detective se despidió y se dirigió a la salida.
 Desde el gran ventanal del recibo, Annie contempló el coche patrulla marcharse y perderse de vista detrás de los cipreses.
 Unos títeres, eso era la policía en manos de los Gilardino, y McCluskey se sentía responsable por eso, muy responsable por eso. Thompson no se lo imaginaba, por lo tanto el silencio fue largo dentro del coche patrulla durante todo el camino a la comisaría.
 Sin embargo las cosas cambiarían ese mismo día, porque apenas puso un pie en los escalones de entrada al departamento de policía, el detective recibió una inusual visita de un pequeño niño quien le entregó una nota y que luego se marchó tan rápido como había llegado. Perplejo, McCluskey abrió la nota-exclusiva para él- y la leyó allí en plena calle:
 “Detective McCluskey. Este es un mensaje solo para usted. Por favor le conviene ser discreto.
Necesito hablar con usted, mi vida depende de ello.
Esta noche a las diez, frente al Sandy´s. Yo iré acompañada, usted venga solo.
Scarlet Jones”
 Se quedó sin palabras, parado como un poste en medio de la concurrida acera, mientras todos sus compañeros entraban a la comisaría.

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